13. Pasión

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Los ojos de los candidatos se desviaban de vez en cuando hacia la puerta que había cruzado Dominic, esperaban ansiosamente que saliera para poder preguntarle ¿para qué lo habían llamado? Los candidatos miembros del Reino Tierra habían intentado antes hablar con él, pero fue un esfuerzo vano, Dominic no parecía interesado en ellos.

- ¿Alguien sabe a dónde lleva esa puerta? – preguntó un mago del reino Aire, pero todos negaron con la cabeza; los guardias y sirvientes que estaban de pie discretamente en el fondo no respondieron y tampoco los miraron.

Unos minutos después la puerta se abrió y salió un sirviente, sonreía tranquilamente a pesar de que los jóvenes lo miraran cómo si pudieran cavar un hoyo en su cabeza; - Majestad – ignorándolos se dirigió directamente hacia Lucien y le dijo en voz baja – Sígame por favor –

Lucien había permanecido sentado con los ojos cerrados en un gran sofá, cuando el sirviente se inclinó a hablarle abrió lentamente los ojos, sin responder se puso de pie, de inmediato la habitación antes espaciosa y luminosa se volvió sofocante, la opresión que provocaba Lucien hizo que todos los presentes dejaran de hablar y lo miraran incómodamente. Entre los candidatos había militares, así que eran personas acostumbradas a tratar con muerte y sangre, sin embargo, percibían de Lucien un aire vicioso; cómo una bestia sangrienta acostumbrada a la matanza.

El sirviente tembló ligeramente, pero, aunque su sonrisa era un poco más rígida no mudó su expresión – Por aquí su majestad – dijo antes de darse la vuelta para abrir el camino.

La sala permaneció en completo silencio mientras Lucien caminaba, solo hasta que lo vieron desaparecer por la puerta los demás pudieron soltar un suspiro de alivio.

Laisa había regresado a su escritorio, nuevamente hojeaba un libro con pereza; - Majestad – dijo el sirviente para llamar su atención.

Laisa levantó la mirada – Que espere ahí – el trono cubría parcialmente lo que pasaba en el escritorio, así que no era claro lo que pasaba para Lucien.

El sirviente se giró – Espere un momento Majestad... la emperatriz vendrá pronto –

Lucien asintió sin mirarlo, sus ojos estaban fijos en la dirección de donde vino la voz, el sirviente le hizo una reverencia y salió de la habitación, dejándolos solos.

Laisa esperó 5 minutos antes de levantarse con el libro en la mano y dirigirse al frente, caminó hacia el trono aparentemente sin mirar a Lucien, pero sus ojos le dieron un barrido rápido y lo que vio; la hizo sonreír de lado.

- ¿Qué significa esto? – dijo Laisa en cuanto se sentó en el trono, frente a ella estaba arrodillado Lucien mirándola intensamente, eso no sería extraño, lo verdaderamente raro era que Lucien estaba completamente desnudo y muy excitado, ambas manos estaban apoyadas en su nuca mostrando sus músculos tensos. Mirándolo fijamente Laisa tuvo que admitir que Lucien era simplemente perfecto, todo su cuerpo estaba trabajado a fondo, no había parte de él que pareciera débil, musculo sobre musculo, parecía una escultura; casi irreal. Desde la fuerte mandíbula que lo hacía excesivamente varonil hasta la línea en V de su vientre bajo, debido a la poca comida que recibía en la forja no estaba excesivamente inflado, pero el poder en su cuerpo no se podía disimular.

Laisa lo miró con calma, en realidad no estaba extrañada por verlo así, para ella Lucien era muy simple y hasta un poco adorable – No es nuestra noche de bodas... - dijo dejando la frase incompleta; esta posición con la que lo recibía era una tradición en el Reino Fuego, al casarse el esposo recibía así a la esposa en la cámara nupcial, mostrando todo su cuerpo para demostrar que estaba sano, que estuviera de rodillas significaba que estaba dispuesto a someterse a su nueva mujer y el que estuviera excitado le demostraba que deseaba tener hijos con ella, para algunos esta parte era la más difícil, en un lugar en que la mayoría de los matrimonios eran concertados por los padres; con solo algunos testigos cómo garantía de que el matrimonio no era obligado; y donde los esposos no se conocían de antes era difícil que el varón se excitara así, así que no era raro que parte del banquete de bodas servido al hombre tuviera fuertes afrodisiacos o usaran otro tipo de "métodos". A Laisa no le gustaba, pero esa era la tradición ahí y no podían cambiarla.

Harem imperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora