7. Marca de Pureza

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Zara y Aleda estaban de pie en la entrada del palacio de Laisa, mirando en todas direcciones, esperando ansiosamente a Anna; - Finalmente estas aquí – se quejó Zara en cuanto vio a Anna acercarse.

- Cállate – dijo Anna con una sonrisa – Vine corriendo después de entregar la misión... se supone que tengo que descansar –

- Oh vamos – Aleda se unió a la conversación – No te enojes... te estábamos esperando –

- Si... eso me imagine – Anna sonrió significativamente - ¿Qué quieren saber? –

- Solo cuenta todo – Zara se colgó del brazo de Anna bajando la voz.

- Si la emperatriz sabe que están cotilleando se enojara – dijo Anna de forma burlona.

- Vamos solo dilo – Aleda bajó la voz.

Anna giró sus ojos verdes fingiendo renuncia antes de bajar la voz; - Pues que les digo mis hermanas... viajamos por los 4 reinos viendo en secreto a los candidatos –

- ¿Hubo alguien interesante? – preguntó rápidamente Zara

- Ya sabes cómo es la emperatriz... no lo demuestra realmente... pero creo que hubo algunos que desprecia directamente –

- ¿Tan pronto? – preguntó Aleda mientras miraba con insatisfacción a su compañera.

- Ya sabes cómo es... - Anna levantó los hombros – Es muy exigente con las personas... y aquí esta seleccionando esposos... no cualquiera entrara en sus ojos –

- Entonces... ¿Qué piensa hacer? – se preguntó Zara en voz alta – ¿Despedirlos en cuanto lleguen? la primera selección es importante solo por los cuatro consortes... los concubinos o futuros "caballeros" puede hacerse en cualquier momento –

- No lo sé – Anna negó con la cabeza – Tal vez solo los "pruebe" y luego los despida –

- No creo que haga eso – intervino rápidamente Aleda – No se atrevería a cambiar su marca de pureza y luego solo... despedirlos... -

- Es la emperatriz – dijo Anna con altivez – Puede hacer lo que quiera... ahora déjenme ir a descansar... volamos todo el camino –

- Bien... vete... vete... solo piensas en dormir... que eres ¿un gato? – la voz de Zara estaba llena de impaciencia.

- Miau – dijo Anna antes de alejarse con una sonrisa.

Las dos guardias negaron con la cabeza, ambas sonrieron por unos segundos para después cambiar sus expresiones - ¿Crees que Laisa pueda borrar las marcas de pureza de quienes no le agradan? – la primera que habló fue Zara.

- Claro que no – respondió Aleda sin ninguna convicción – La emperatriz no es así... eso prácticamente arruinaría el futuro de esos chicos –

Zara negó con la cabeza sin querer afirmar o negar; en este reino todos nacían con una "marca de pureza" o una marca de "virginidad" en el brazo izquierdo, cada marca era del color de su magia; azul para el agua, verde para el aire, roja para el fuego y marrón para la tierra, después de la "primera vez" la marca cambiaba, de ser una flor cerrada a una flor abierta, a las mujeres no les preocupaba mucho esta marca y la mayoría de veces era ignorada; había lugares en los que era un orgullo ser la primera del grupo en hacerla florecer, pero era diferente para los hombres, si querían un "buen matrimonio" tenían que conservar intacta su marca, en un mundo donde la proporción era 3 hombres por cada mujer nacida; pocos hombres podían encontrar un buen matrimonio, los candidatos que venían a la selección tenían linajes nobles y si se casaban fuera del palacio podrían volverse con facilidad el esposo principal de su familia, pero si su marca de pureza estaba "abierta" nadie los querría, incluso podrían ser degradados a simples concubinos; Los concubinos en este mundo eran solo un poco mejor que los esclavos, podrían ser vendidos o regalados a cualquier familia, además si la mujer decidía no tener hijos con ellos se quedaban sin ningún respaldo para la vejez; Los hombre dependían de su fuerza física para trabajar; al contrario que las mujeres; entre más ancianos más débiles eran, sin respaldo y sin poder trabajar no era raro que fueran expulsados de sus casas y obligados a la prostitución o a la mendicidad. Casarse "bien" para un hombre era vital para su supervivencia futura.

Harem imperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora