Harem imperial

12. Dominic

Cuando Dominic escuchó estas palabras tembló más violentamente - ¿Cómo podría ser digno? – su voz fue muy baja, pero Laisa la escuchó con claridad.

- Si yo digo que eres digno... ¿Quién se atreve a decir lo contrario? – le respondió con molestia, ¿Quién en el reino se atreve a decirme que hacer?

Dominic se sintió desesperado con esta declaración, el movimiento de sus dedos se reanudó, entonces tomó el grueso abrigo que Trento; su sirviente; le había puesto más temprano y se lo quitó rígidamente. – Su majestad – le miró suplicante – Míreme... soy casi un eunuco –

Debajo del abrigo llevaba un chaleco abierto y sin mangas, su pecho que era visible a simple vista estaba marcado con cicatrices antiguas, las líneas blancas lo recorrían entrecruzándose, estas marcas no solo se extendían por su pecho, también tenía muchas en ambos brazos, pero lo que él señalaba era la parte superior de su brazo izquierdo, en donde debería estar su marca de pureza había una fea y cruda cicatriz.

Laisa se puso de pie y caminó hacia él, cada paso eran cómo mil kilos sobre la espalda de Dominic, deseaba huir y cubrir su vergüenza, pero se forzó a permanecer inmóvil, esperando la burla o la lastima en los ojos de la emperatriz.

Laisa sabía sobre esto, mientras se acercaba pensó en la lamentable historia de Dominic; todo empezó hacia muchos años, antes de que ambos nacieran, hubo una gran desgracia en el reino tierra y se quedaron sin descendientes que pudieran heredar el trono, en esa época la emperatriz anterior estaba muy enferma y su madre apenas estaba asumiendo el cargo cómo emperatriz, temporalmente puso un gobernador general, mientras buscaban descendientes en las "ramas laterales" de la familia; alguien que pudiera ocupar el puesto de monarca. Sin embargo, siempre fueron bloqueados, los descendientes seguían desapareciendo y el gobernador Ryu estuvo en el poder por muchos años, no era un secreto que el gobernador y su familia estaban cazando a los miembros restantes de la monarquía del reino Tierra, pero en ese momento no había pruebas, y el gobernador tenía muchos aliados poderosos que no podían subestimarse, desarraigarlo fue más difícil que extraer un cáncer.

Hacia apenas 2 años que se pudieron juntar todas las pruebas que lo incriminaban a él y a su familia cómo los responsables de la desaparición de la familia real del Reino Tierra entre otros crímenes atroces, incluyendo la práctica de magia negra.

Con las pruebas en las manos y una nueva monarca ya reconocida por la ciudad imperial pudieron derrocar el gobierno de ese villano, Laisa de incognito estuvo entre las tropas que tomaron la capital y erradicaron a la familia.

Aun recordaba el día en que lavaron con sangre todo el palacio, fue ese día cuando conoció a Dominic, habían terminado la carnicería de los disidentes y estaban recorriendo el palacio, visitando especialmente la prisión, queriendo saber qué tipo de "criminales" había ahí; esta demás decir que lograron salvar a varios sobrevivientes de la realeza, aunque la mayoría eran mayores que tenían secretos que al gobernador le interesaban. Laisa recordó que después de ayudar a liberarlos se sentía muy cansada y se alejó del grupo; solo permitiendo que Anna y Zara la siguieran a la sala del trono, las cosas que vio ese día la habían agotado, necesitaba despejarse, pero más importante tenía un extraño presentimiento, un anhelo por ir a ese lugar.

Recordó cómo se sentía inquieta; cómo si alguien la llamara - ¿Busca algo, su majestad? – le preguntó Anna al notar que en lugar de descansar en la sala del trono caminaba de un lado a otro cómo si buscara algo.

- No estoy segura – respondió Laisa – Solo siento... - pero guardó silencio, no podía explicarles esa extraña sensación, cómo si alguien la llamara.

Recorrió la sala del trono un par de veces, pero no encontraba nada extraño, Anna y Zara la miraban desde una esquina sin interrumpirla, entonces cómo si de un milagro se tratara encontró un interruptor en la pared, al activarlo una pared detrás del trono se abrió, revelando una habitación oculta, curiosas las tres entraron, todo el tiempo permaneciendo en guardia.