¿Sabían que vivimos en un mundo lleno de una diversidad de olores?
Ya descubrirán de qué hablamos.
Todos estaban muertos por culpa de él.
Y quisieran que fuera por alguna arma o sus propias manos incluso, no por su aroma increíblemente atrapante y el cabello rubio resaltante que llevaba el alfa. Tenía una apariencia de modelo, con un rostro de ensueño y un cuerpo bien formado.
Un suspiro se ahogó en su garganta, sin hablar del increíble sonrojo que llegó a quedarse cuando sus ojos chocaron con los de él, era tan guapo. Mas él no mantuvo el contacto visual, siendo un suceso causado por el azar y la dirección por donde caminaba; no porque él deseara mirarla.
—Deja de mirarlo, pareces babosa —reclamó la otra omega, golpeando con ligereza el brazo de su amiga.
—¡Míralo! —señaló con la voz baja—. ¡Es tan hermoso!
—Pero es un imbécil —comentó la otra, la del olor a vainilla profunda. Su rostro sereno transformándose en una expresión de notable desagrado.
—Un guapo imbécil, qué más da, nadie es perfecto... —suspiró ilusionada, la omega del olor a brisa de flores—, si tan solo volteara a verme.
Ella hizo un puchero, ese alfa solo salía casualmente con omegas, siempre mirándolas con esa coquetería característica, pero jamás con aprecio real. Nunca parecía buscar algo en serio, algo que significara más que una simple aventura con fecha inminente de vencimiento. Se mostraba un poco engreído y, con ese aspecto tan magnífico, totalmente envidiable, era consciente de la impresión que causaba, presumiendo por completo.
Ojalá pudiera saber más de su persona, no solamente lo que percibía de él o lo que se decía en los pasillos de la escuela.
Las omegas seguían inmersas en su conversación por lo bajo, ambas exponiendo sus distintas opiniones sobre el quita suspiros, moja calzones con su nombre; Juan Manuel. Oh, por Dios, que genial fue decirlo.
La brisa de flores frunció la nariz, juntó las cejas pobladas en una mueca fea. Vainilla profunda empujó su hombro, reprendiendo su comportamiento.
—No hagas esa cara.
Negó, claramente disgustada, y volteó. Asimismo, ahí estaba el causante de aquel aroma tan poco agradable.
—¿No deberías usar supresores para ocultar ese olor tan asqueroso que te cargas? —increpó dirigiéndose al susodicho con poco tacto.
El aludido, bajó la mirada, mostrándose muy avergonzado. Sus pómulos cubiertos de sonrojo, mordió su labio con timidez y sin decir nada, siguió caminando.
Ellas se quedaron discutiendo, ¿por qué diablos dijiste eso tan feo? Seguido de un tirón de cabello en represalia.
El pequeño omega, solo quiso esconderse. ¿Cuál era el castigo que estaba pagando? No había podido escoger su aroma, así nació. Suspiró.
«Que se resbale, que se resbale» pensó sin mucha convicción.
Estaba tan metido en sus pensamientos, intentando dejar otro comentario poco halagador de lado, sumido en sus pasos y sin levantar la vista, con una sensación de ser juzgado, construyéndose dentro, le atacaba constantemente. Y, ¿qué más podía hacer? Lo afligía tanto el hecho de no ser como otros omegas, dulces y lindos.
—¡Más cuidado, queso! —gritó un alfa mientras pasaba por el pasillo, volteó a mirarlo, y de pronto sus pies se enredaron entre sí haciendo que el pequeño cuerpo suyo rodara hasta caerse de bruces al suelo.
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Un olor peculiar
RomanceConoce a nuestro chico popular, rubio y sin cerebro "Juan Manuel" que se enamora primera vista, o bueno, olfato, del nerd del colegio "Pepe".