Capítulo Cinco

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—¡Alberto! ¿Ya estás listo? ¡Ya debemos salir!

El grito de su madre lo despertó al día siguiente, sobresaltado, lo primero que tomó fue su celular, ¡ya eran las 7:15! En 15 minutos más las clases empezarían. Entró en crisis, tenía poco tiempo para alistarse, corrió a encerrarse en el baño para darse un baño rápido.

Luego de vestirse con esas prendas, se sentó en la orilla de la cama y agarró un pequeño neceser que estaba en la cómoda.

—Mierda —murmuró y corrió hacia el baño a cepillarse los dientes y lavarse el rostro.

Revisó cada parte de su inmaculado rostro, el tono uniforme, la piel libre de acné, pero, odiaba eso, tenía ojeras, seguramente la mala noche entre revolcar y despertarse cobraron duro.

Sin contar que otra vez se mató de hambre.

Pensé que era seguir la "línea".

Se secó su rostro con suavidad en la toalla y se dirigió a su habitación otra vez. Volvió a tomar asiento en su cama y sujeto una barra de corrector, echó con cuidado el producto y luego lo difumino. Quedando menos oscura esa área. Aún faltaba, cubrió de polvos todo su rostro. Dobló sus largas pestañas, también aplicó un rímel sin color para darle volumen, pero de manera natural.

—¡¿A qué hora sales, Alberto?!

—¡Dame 5 minutos, mamá!

Rápido, el omega optó por un maquillaje más natural y simple, después de ponerse rímel y gloss.

Bajó corriendo y se subió al auto, en el que lo esperaban sus padres.

—Ya era hora... —Sin más, el lujoso auto arrancó.

—Y sobre ayer, Alberto. Quien quiera que sea el... alfa con el que hayas estado ayer, aléjate de él. Se nota en su aroma que no es para nada de nuestro nivel.

—¿Eh? —apretó sus manos en su regazo—, era solo un amigo.

Su madre iba atrás muy metida en el teléfono, pero sin ignorar lo que decía su alfa, solo atinó a contestar algo en apoyo.

—Sí, tienes que alejarte.

—Ya sé —carraspeó, fingiendo estar de acuerdo—. Estoy por salir con Juan Manuel.

Se arrepintió en cuanto lo dijo, ese día no sería. Se enojó consigo mismo, su cuerpo hervía de rabia, ¿por qué no simplemente no podía decirles que se fueran al diablo?

—¡Excelente! ¡Ese si es un buen alfa! Su familia y la nuestra se llevan muy bien incluso.

—Hmm...

—Más te vale que lo consigas. ¿Te imaginas a alguien como el alfa de ayer saliendo con alguien como tú? Sería una vergüenza, simplemente está muy por debajo tuyo, ni siquiera deberías voltear a verlo.

«Ya sé que prefieres "la clase" a la felicidad de tu propio hijo» pensó el ojiazul, quien solo mantenía una inexpresiva.

No dijo nada, una palabra más o menos no haría ningún cambio en la mentalidad de su padre. Tantos años diciéndole lo mismo. Que merecía más y debía obtenerlo a toda costa y sin importar el precio.

—Te pusimos dinero en la tarjeta para que compres ropa, no queremos que piensen que nuestro hijo usa la misma ropa todos los días —estacionó el vehículo en frente del instituto—. Hoy saldremos a comer con unos clientes, si quieres puedes comer algo fuera, aunque tú madre hizo algo para comer.

—Gracias... —Y ahí estaban, ya frente a la escuela, el omega bajó sin decir nada más.

—¡Alberto! Ve al baño y arréglate un poco, ¿sí? Procura levantarte más temprano —añadió su madre, dejando el teléfono. 

Un olor peculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora