Capítulo Siete

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Al día siguiente, Pepe despertó muy emocionado, ese día sería productivo para él y haría muchas cosas, iría a ver a Juan Manuel con Diana y aprendería a ser pan, pasarían tiempo e ignoraría las tareas que le dejaban diariamente; un plan fantástico.

Lástima que tenía clases con el profesor Jiménez, los miércoles llegaba de un humor de perros, lleno de ojeras y más flaco si eso era posible. Demacrado y dispuesto a gritar a todos si algo le decían o respiraban. Pero bueno, ese día sería mejor, tenía nuevos amigos y un Juancho muy tierno esperándolo a la salida.

Así que se despojó de sus ropas poniéndose otras limpias, hacía demasiado frío para bañarse, casi tanto que parecía un témpano. Solo se puso otro hoddie, camiseta cualquiera, nadie iba a ver eso, y unos jeans. Comió un poco, cepilló sus dientes y salió. No tan temprano, sin embargo, las clases con el beta, siempre empezaban tarde.

Esta vez pudo tomar el autobús, y para su suerte no iba tan lleno como de costumbre. Tomó asiento y notó que algo andaba mal luego de un rato. La gente que subía evitaba sentarse al lado suyo por su aroma, había olvidado tomar los supresores, revisó en su mochila para ver si había llevado el inhibidor, pero este estaba ya vacío. Maldijo.

¿Lo había tomado Juan Manuel? Era el más interesado en que dejara de usar eso. Su entusiasmo mañanero disminuyó en gran manera, quería que lo trataran como a todos, igual y bien. Pero obtenía rechazo. Hundió su cara en la mochila, ¿por qué no le tragaba la tierra? Para que deje de pasar vergüenzas y tristezas como esa.

Suspiró y rápidamente sacó su teléfono, con la esperanza de que Diana tuviera algo que le ayudará.

"Tienes supresores? :(("

No quiso ver a su alrededor, temiendo encontrarse con la mirada de todos los pasajeros. Llegó a su pasado y bajó con la mirada baja.

"Nop, el celo se disfruta entero🔥"

Su amiga estaba loca, concluyó al leer por quinta vez el mensaje. Al menos liberó su mente por unos minutos de todas las miradas curiosas que le daban.

El celular de Pepe vibró en sus manos mientras pensaba que contestarle a Diana. Juan Manuel.

—¡Hola, bebé! —saludó con efusividad.

—¿Juan Manuel, agarraste mis inhibidores? —preguntó algo molesto.

—¿Cómo estás hoy, precioso? —evadió—. ¡Ya quiero verte!

—¡Juan! —chilló Pepe desviando sus preguntas con apodos que solo hacían que se vea como un tomate—. ¿Agarraste mis inhibidores?

—Eeeh... no, no, claro que no, ¿por qué lo dices?

—Olvidé tomar a mis supresores y no quiero que la gente me note y... —Al entrar a la escuela sintió las miradas despectivas y otras curiosas de sus compañeros, cerró los ojos con fuerza y apresuró su paso a la enfermería, a ver si encontraba algo—. N-no sé si pueda ir a verte hoy...

—¿Qué? ¡No, no! Por favor, ven, ¡yo tomé el inhibidor! —admitió con culpa.

—¿Qué diablos? ¿Por qué lo hiciste?

—¡Porque hueles muy bien! Y nunca dejas de usarlo y fantástico tu aro...

Pepe colgó indignado, si quería una broma de mal gusto habría esperado a su papá para que le lleve a la escuela.

Caminó indignado buscando a la enfermera, pero Juan Manuel insistía en llamar. Rodó los ojos, no tenía paciencia para eso. ¿Qué paciencia tendría con lo que acababa de hacer?

Un olor peculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora