Capítulo Ocho

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Les contaré algo interesante sobre Diana, ella ama salir con nuevas personas, en específico, alfas que se mueren por ella.

Estaban en su casa, junto a Gary, para las esperadas tutorías; aunque ella lo llamase cita.

El alfa se encontraba muy concentrado en las explicaciones de la peliazul, quien ya aburrida de todo eso, pues se le acercaba insinuante, pero Gary no parecía reaccionar.

—¿Está bien esto? —preguntó Gary como un niño emocionado a Diana.

—Si... Creo que ya estudiamos bastante, ¿no crees? —dijo buscando su mirada sin éxito—. ¿Qué tal si nos tomamos un descanso? —sugirió coqueta, pasando su mano por el muslo del contrario.

Eso le daría una idea más clara de lo que buscaba con esa tutoría.

—¿Qué? No, tengo que aprender esto, necesito estar preparado para la próxima clase —se levantó con rapidez—. La anterior clase con él fue una desgracia, seguro piensa que soy un idiota.

Diana apretó los labios e hizo una mueca. Harta. Quería besarlo y subirse en sus piernas y sentir ese miembro que se cargaba Gary. Pero, nada. Solo estaba estudiando, ¡ella estaba segura que era algo más! ¡Un código para sexo!

«¿Será que no estoy siendo directa?» se acomodó la blusa escotada y mordió sus labios para acercarse al alfa que estaba de espaldas.

—No creo. Eres inteligente —mentía—. Ahora necesitas descansar para poder avanzar, no puedes esforzarte mucho —acarició los grandes hombros de Gary, bajando por sus brazos—. ¿No crees?

—No realmente, no entiendo del todo este tema y no quiero quedar como un tonto de nuevo la siguiente clase.

¿Estaba haciendo algo mal? ¿Es que era muy lento o simplemente se estaba haciendo difícil? Diana puso cara de impaciencia, suspiró. Si quería jugar así lo haría.

—Está bien... ¿por qué no te acercas un poco? —dijo, dispuesta a continuar.

Gary lo hizo así, indicando la parte que no entendía bien, tan cerca suyo, no pudo evitarlo más. La omega se lanzó sobre sus labios, Gary procesando la situación solo miraba con los ojos muy abiertos sin saber qué hacer, colocó su manos en los hombros de Diana, alejándose.

—¿Qué haces?

—¡Oh, vamos! ¿Realmente me pediste venir para estudiar?

—Eh, sí, eso hice.

—¡¿En serio?! ¡Podríamos hacer algo más interesante que eso!

—Lo siento, Diana, no estoy interesado.

Ella lo miró entrecerrando los ojos, ¿estaba siendo rechazada?

—Supongo que es hora de irse. Esto era para divertirme, no para resolver problemas de ese imbécil alcohólico —dijo a penas, su orgullo herido y la amiga triste de no recibir acción ese día. Una pena.

—¡Espera! Necesito ayuda con esto.

Levantándose del asiento, arregló el largo de su falda. Se había vestido tan provocadora para nada, ahora era incómodo llevar esa ropa, ¡en su casa! ¡Incómoda en su casa! ¿Para qué? Si el alfa apenas la miró. Y luego de irse juntos, ella inventó que tenía que ver a sus padres para pedirles permiso, pero era una obvia excusa para ponerse esas prendas.

—Lo siento, ya me cansé —Era como si la hubiera estado burlando todo el tiempo, sin decir nada directo y jugando ambiguo.

Gary es muy tonto.

No haría eso.

—Mira, de verdad me disculpo si te di a entender otra cosa que no era.

—¿Ahora soy yo la que se imagina cosas? —giró sobre sus talones—. ¿Qué tratas de insinuar, ah?

Un olor peculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora