Capítulo Uno

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Al día siguiente, Juan Manuel se alistaba dispuesto a encontrarse con aquel pequeño chico.

Quien, por otro lado, juntaba fuerzas para volver a aquel infierno, como cada día, está vez tomándose sus supresores. Estaba harto de tomarlos, pero, lamentablemente, era la única manera de evitar que se le acercarán a burlarse de él o a golpearlo. Pepe no sabía qué más hacer.

Juan Manuel, sin embargo, estaba emocionado porque esa fragancia era tan atractiva y podría ser capaz de percibirla una vez más.

No sabía que Pepe jamás dejaba salir su aroma, solo ese día por salir tarde y olvidarse tomar los supresores, que coincidió el encontrar ese aroma.

El alfa estaba temprano en la entrada del instituto, esperando sentir nuevamente aquella atrayente y peculiar fragancia nuevamente, o, al menos, ver la pequeña silueta en su gran hoodie. Pero nada pasó, ya era tarde y debía entrar a clase. Los pasillos estaban llenos, pero él seguía atento esperando a encontrarlo.

El pequeño fue dejado por el bus, corría tan rápido como podía para llegar... y apenas lo logró, pues el timbre se escuchó a los segundos de su ingreso a la escuela. Jadeando de cansancio se escabulló a su clase correspondiente.

El rubio estaba muy abatido, esperaba a que llegara y nunca cruzó siquiera una mirada con él. Fue decepcionante.

Alzó la mirada, observando a través de la ventana y notó como una extraña sombra, básicamente el muchacho con las características que tenía en mente corriendo hasta su aula.

Su corazón se aceleró como un loco, tenía que salir de ahí y buscarlo directamente, ¿o qué podría hacer? No le estaba funcionando la mente, solo quería actuar.

¿Qué le ocurría? Tan desesperado por verlo.

Su salón quedaba justo delante al suyo y, aparentemente, el profesor no quería dejarlo pasar; se quedó allí afuera, en los pasillos y se fue caminando.

En ese momento lo supo, era su oportunidad.

—¡Profesora! Eh... ¿Puedo ir al baño? Es... es urgente.

La profesora estaba algo consternada, había interrumpido su explicación y Juan Manuel siempre era atento y participativo.

—Claro... Ve, Juan Manuel...

El alfa se levantó rápido sin importarle las miradas confundidas de sus compañeros.

Salió por el pasillo mirando a cada lado con mucha energía, la emoción corriendo por sus venas como torbellinos, si alguien le tomara pulso pensaría que el corazón iba a explotar. Una exageración por las hormonas del amor, claro.

El omega estaba ahí, sentado en un rincón bastante oculto y apartado, se dirigió hacia él. Leyó su mente, porque de un salto estaba de pie y giró dándole la espalda.

Frunció el ceño tan confundido, no percibía su aroma característico. Era muy leve. Al igual que este, se alejó a pasos grandes. En ese momento no lo dejaría irse tan fácil como la primera vez, corrió tras él.

El omega al notar que corrían tras él también lo hizo, pero no era tan atlético como el alfa, no distinguía bien quien era, únicamente sabía que nadie se le acercaría con buena intención; así que con miedo siguió corriendo, sin embargo, al mirar atrás en una ocasión se tropezó, cayendo al piso estruendosamente.

El alfa corrió más rápido al ver que se había lastimado, y al acercarse pudo observar su rostro; sus ojos, y todo de él le pareció hermoso.

Notó cómo temblaba ligeramente, claramente asustado, no supo muy bien qué hacer, solo se dejó llevar, siguiendo ese sentimiento en su cuerpo que le decía que actuase como el responsable por el dulce omega, y sujetó su rostro en las palmas de sus manos, acariciando lentamente sus mejillas.

Un olor peculiarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora