11: Twenty-six centimeters

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-A-ah... uf, mierda, Lan...- Carlos suspira, entrecortado, apretando la sábana bajo su cuerpo entre sus dedos. Lando lo mira, atento, hambriento, deleitándose con la excitada expresión que poseía Carlos en su rostro. Por su frente descendían gruesas gotas de sudor, sus ojos estaban entreabiertos, más oscuros de lo usual, sus labios se encontraban muy húmedos y con porciones rojizas por las mordidas que él mismo se proporcionaba. Estaba hecho un auténtico y hermoso desastre,  él era el causante y eso le encantaba.

Acuna en el interior de su boca los testículos de Carlos, succionando intensamente fuerte y haciéndole apretar la expresión de su rostro, soltando una maldición al aire, bastante fuerte.

Los lamió un poco antes de arrastrar su lengua por la larga extensión del miembro hasta llegar a la punta y mimarla con devoción, dándole pequeños besos calientes y un par de succiones que hicieron levantar a Carlos las caderas del colchón.

-Trágatela toda...- demanda Carlos, llevando sus manos al cabello de Lando. Este sonríe levemente e ingresa solo una pequeña parte en el interior de su boca, haciendo sisear al mayor. -Sé que puedes meterla más profundo, vamos...

Lando gime alrededor del grueso falo dentro de su cavidad bucal, aumentando la profundidad con la que lo succiona. Los sonidos húmedos hacen que para Carlos, todo sea casi demasiado. Lando sumerge el gran miembro hinchado del mayor en su boca, hasta donde más puede y, con las dos manos, abarca lo que no alcanza a entrar, masajeando con esmero y buscando hacer acabar al mayor en su boca lo más pronto posible.

Se moría por sentir el orgasmo del mayor en su boca, viajando por su garganta e inundando sus papilas gustativas con el amargo sabor de su esencia. Quería sentir esa caliente semilla derramándose a lo largo de su lengua y quería que fuese abundante.

La sensación de ahogo y mareo al no poder respirar correctamente por las furiosas y nada complacientes embestidas de Carlos a su garganta lo hacían sentir como si fuese una puta, pues sólo se excitaba mucho más. Intentó llevar una de sus manos a su propia erección, buscando un poco de alivio, sin embargo, al notar aquel detalle, el mayor gruñó, mirando a Lando con los ojos líquidos en lascivia y muy enojados.

-Si quieres correrte, hazme correr primero. -le advierte, con la voz ronca como el infierno. Lando gimió en desaprobación, pero aquello le hizo querer hacerle terminar mucho más rápido, así que, tomando aire profundamente, logró meter un poco más de la mitad en su boca, sintiendo arcadas. La saliva se acumulaba en abundancia en sus manos, las cuales masturbaban a Carlos efusivamente.

Siguió chupando más fuerte y empalando su boca en la gran dureza del mayor hasta que este movió abusivamente las caderas, dejándose caer del todo en la cama. Norris pensó, entonces, que se correría, pero Carlos se sentó de repente y le empujó de los hombros, apartándolo por completo de su erección.

Lando le miró confundido. Carlos se limitó a besarle en los labios con necesidad. Una vez logró juntar suficiente fuerza de voluntad para apartarse de la boca de Lando, Carlos le obligó a ponerse de espaldas.

-Ponte en cuatro. - ordenó, con la voz grave. Lando obedeció, un poco aturdido. El mayor se ubicó debajo del cuerpo de Lando, completamente acostado con su cabeza en la almohada y dejando el culo empinado de este justo en su rostro. Lando entendió lo que el mayor pretendía hacer cuando este empujó su erección contra su boca, indicándole silenciosamente que siguiese chupándolo.

Y estuvo a punto de hacerlo, pero, en ese momento, Carlos ahondó en su entrada con su lengua de repente, como en la madrugada, y Lando se retorció, arqueando la espalda.

- ¡A-ah, Carlos! -grita Lando, pues el mayor no sólo le prepara con su lengua, moviéndola expertamente en su apretado interior, sino que también acerca sus grandes y talentosas manos a su erección, atendiéndola.

Falofilia; CarlandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora