CAPÍTULO 7

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El martes era el único día de la semana que tenía la tarde libre, así que me preparé para ir a pedir disculpas.
Estaba tan nervioso que no sabía por dónde empezar. No es que no tuviera experiencia en eso. Para un tipo como yo, que desaparecía algunas tardes y no volvía hasta la madrugada, era una tarea ejercitada.
Llegué a casa de YoonGi y dudé antes de llamar a la puerta. ¿Y si me abría Ailee, su mujer? ¿Qué le diría? Me recriminé por idiota. Simplemente le pediría que lo avisara y, a él, que saliera unos minutos al porche para hablar. Con ese tiempo tendría suficiente... unos minutos. Siempre que YoonGi fuera comprensivo y aceptara las excusas que tenía que darle.
Al fin llamé a la puerta. Sin darme cuenta había encajado las manos en los bolsillos y movía rítmicamente una pierna. No tuve que esperar. Al momento el flamante padre de mi alumno estaba allí, sosteniendo el pomo con la mano.

Los dos nos quedamos mirándonos, sin decir una palabra. Yo tragué saliva. YoonGi estaba jodidamente guapo, con una camiseta de tirantes y un largo pantalón de deporte gris, ancho y desgastado. Intenté quitarme la lujuria de la cabeza. Estaba allí para algo muy serio. Muy delicado. Además, él me miraba con la frente fruncida, parecía realmente incómodo, y seguía sin decir nada.
Para colmo Ailee apareció a su lado.
―¡Hola! ―exclamó al verme―. Qué bien que hayas llegado. YoonGi está de un humor de perros. A ver si lo calmas. Pasa, por favor.
Comprendí que no le había dicho nada a su esposa, lo que podría significar que no le había contado nada a nadie. Solté el aire contenido en mis pulmones. Quizá aquella jodida situación aún tenía arreglo y podría salir de allí con las cosas resueltas y la firme intención de no verlo nunca más.
YoonGi aún se resistió a apartarse, pero su esposa hubiera sospechado. Al fin se retiró a un lado y yo entré en su casa.
―Chicos, os dejo ―dijo Ailee tras intercambiar algunas frases sobre el tiempo, la escuela y el vecindario, en las que YoonGi no participó―. Tengo que terminar un maldito proyecto de decoración mientras Yeon sigue en el colegio.

Nos dejó a solas y se dirigió a la planta de arriba.
Ambos continuábamos enfrentados, sin decir una sola palabra. Yo, nervioso y avergonzado. Él, molesto y visiblemente incómodo.
―Vengo a hacer las paces y a pedirte disculpas.
YoonGi miró hacia la escalera por donde acababa de desaparecer su esposa.
―Aquí no. Puede oírnos. Ven a la sala de recreo.
Ni una sonrisa, ni una mirada comprensiva ni un gesto de empatía. Iba a ser más complicado de lo que esperaba.
Sin esperar a que yo asintiera, se dio la vuelta y fue hasta la puerta del sótano. Lo seguí, sintiéndome fatal. Pero había metido la pata y tenía que pagar las consecuencias.
Aquel sótano era igual que el nuestro. Una larga escalera en dos tramos y un espacio diáfano que ocupaba la mitad de la casa. La diferencia era que nosotros teníamos allí el cuarto de juego de las niñas, y ellos una zona de esparcimiento para la familia.

―Verás ―intenté continuar con mi disculpa cuando llegamos abajo. Él había tenido cuidado de cerrar la puerta para que no nos oyeran―. No sé por dónde empezar.
Sabía que mi rostro estaba colapsado por el rubor y que estaría mirándolo con ojos de cordero degollado, pero en verdad era así como me sentía, como un animal en el matadero, a expensas de la decisión del matarife.
YoonGi no había cambiado su expresión. Sus ojos grises me miraban con dureza, reprobatorios, acusadores.
―YoonGi―intenté continuar―. Yo...
―Cállate ―me dijo, y vino hacia mí.
Creí que me iba a golpear, sin embargo me agarró firmemente por el pelo de la nuca y me atrajo hacia él. Cuando su boca impactó con la mía, cuando su lengua empezó a empujar, hasta colarse dentro, gemí entre sus labios.
Fue un beso duro, muy húmedo, y lleno de hambre atrasada.
Abrí los ojos y lo miré, asombrado, quizá asustado, mientras YoonGi continuaba indagando en mi boca. Tenía los ojos cerrados, apretados, intentando concentrarse en mí.
Sentí sus dedos sobre mi muñeca, que me asieron para dejar mi mano sobre su paquete. Entonces me di cuenta de lo que tenía que hacer. Sonreí sin quererlo, y me preparé para el festín que había bajo mi mano.
Fue en ese instante cuando me entregué. Lo deseaba tanto, lo necesitaba tanto, que de nuevo me daba igual todo.
Repetí su gesto de cogerlo por el oscuro cabello de la nuca, y lo besé con tanta pasión que YoonGi jadeó en mi boca, sin aliento. Cuando estuve satisfecho, empecé a mover la mano allí abajo. Masajeé, palpando la consistencia. Empezaba a ponerse dura, así que si quería comérmela antes de que llegara a ese estado debía de ser rápido.
Metí la mano dentro de sus pantalones. Aquel mismo calor que había sentido en el parking me atravesó la espalda. Estaba ligeramente húmeda y tenía un tacto que me erizaba los vellos de la espalda. Tener su polla entre mis dedos me tenía completamente loco, y me asaltó la absoluta necesidad de comérmela. Me separé un poco, y YoonGi abrió los ojos. Yo le hice un gesto mientras intentaba controlar la respiración, y él me soltó la nuca.
Me puse de rodillas, y con dedos torpes a causa del deseo, le deslicé su holgado pantalón de chándal, bajo el que ya sabía que no había ropa interior.

LUJURIA | SAGA HOMBRES CASADOS #2 | ADAPTACIÓN YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora