CAPÍTULO 2

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En la segunda hora de clase ya sabía que esa noche no iría ni al gimnasio ni a correr. Me encontraba extraño, nervioso, así que le mandé un WhatsApp a JungKook por si podíamos vernos al final de la tarde, tras el claustro. Hacía meses que no recurría a él. No lo había necesitado. Pero algo había cambiado en mí en las últimas horas que me hacía querer encontrarnos con urgencia.
Terminé las clases como pude, y mis hijas y yo llegamos a tiempo al dentista. Cuando las dejé de nuevo en casa para volver a la escuela, Chaeryeong me preguntó qué me apetecía de cena.
―Llegaré tarde. Abriré una lata o me prepararé un sándwich.
Ella vino hacia mí, tan mimosa como siempre, y me masajeó la espalda mientras yo me cambiaba de zapatos.
―Estás tenso.
―Llevo un día de mierda.
―Si no vuelves muy tarde puedo hacer algo para relajarte.
Se lo agradecí con una sonrisa y le di un beso en los labios. Era preciosa y yo estaba seguro de que todo iría bien.

―Sería muy agradable, pero no te prometo nada. Ya sabes hasta qué hora pueden durar los claustros. Será mejor que no me esperes despierta.
Salí de casa rodeado del griterío de mis hijas que a pesar de las indicaciones del dentista intentaban obligar a su madre a que les preparara su chocolate.
Soporté como pude las últimas horas de trabajo y eran las nueve cuando al fin pude tomar un taxi camino del motel donde había quedado con JungKook.
Abrió la puerta en cuanto llamé, y me dio un abrazo.
―¿Cómo estás? Pensaba que no nos volveríamos a ver.
―Hoy ha sido un día complicado. Prefiero no hablar.
―No, no hemos venido aquí para hablar ―sonrió.
Yo me pegué a él, enganchando las trabillas de su pantalón para atraerlo hacia mí. JungKook sonrió y me besó. Cuando su lengua entró en mi boca me di cuenta de cuánta hambre tenía de aquello. Su tacto húmedo fue como si accionara un resorte oculto, y le devoré la boca con ansiedad.
―Vienes muy necesitado ―sonrió sobre mis labios mientras restregaba su paquete con el mío.
―Vengo con muchas ganas de ti.
Sentí su enorme polla a través de la tela, frotándose contra la mía. Aún no estaba dura del todo, sino en el estado justo que me gustaba. Alargué una mano y la palpé por encima del pantalón.
―La echaba de menos.
―Y ella a ti.
Había fuego en sus ojos, el mismo que debía de haber en los míos.
Me quité las gafas y las dejé sobre la mesa.
JungKook era quince años mayor que yo y nos conocíamos desde hacía diez. Alto, delgado, fuerte y atractivo, aunque no guapo. Le habían roto la nariz en una reyerta de adolescentes, lo que le daba un aspecto duro que me encantaba. Él había sido mi primer hombre: yo hacía autoestop, JungKook detuvo el camión, hablamos un poco, y cuando supo que a pesar de mi edad ya estaba casado me llevó a un área de servicio y me desvirgó en la parte trasera de la cabina. ¿Di mi consentimiento? Por supuesto. Hasta ese momento ignoraba que me atrajesen los hombres, pero JungKook supo llevarme al huerto, y nunca mejor dicho. Desde entonces, cada vez que sentía aquello, lo llamaba, y si estaba en la ciudad acudía a calmarme.
Como no quería que JungKook se pusiera aún duro del todo, me puse de rodillas. Sin dejar de mirarlo a los ojos le desabroché el pantalón y lo deslicé hasta sus tobillos. Me encantaba su polla. Aquella primera vez, en su camión, cuando me dijo que se la chupara, estuve seguro de que no me cabría en la boca, porque nunca imaginé que una polla pudiera ser tan grande. La miré con enorme apetito y la volví a tocar. Se movió entre mis dedos a través de los slips. Sin más se los bajé, dejando al descubierto su sexo.
Aquel vientre plano y peludo me encantaba. Su polla estaba a punto de llegar a ponerse dura del todo, por lo que apuntaba directamente hacia mi boca. Era gorda, grande, morena y surcada de venas hinchadas. Soplé sobre ella y respondió alzándose un poco más. La cogí con la mano y deslicé la piel hacia abajo, para dejar al descubierto el glande. Era de bordes recios y definidos, jugoso y palpitante.
Volví a mirar a JungKook a los ojos y, sin apartar la vista, me la metí en la boca. Él contuvo el aliento. Estaba caliente y salada hasta llenarme la cavidad por completo. Empecé a mamársela. Sabía lo que le gustaba. Le daba unas cuantas chupadas y después la encajaba en mi garganta, hasta casi asfixiarme, hasta que no podía más, para soltarla de nuevo. Así me había enseñado la primera vez. Así había aprendido de él.
Sabía que si seguía mamándosela se correría enseguida, por lo que abandoné su polla y me concentre en sus testículos. Eran grandes, negros y peludos. Se los chupé con auténtica devoción. Me fascinaba cómo la piel empezaba a contraerse, hasta quedar pegados al perineo. Lamí tanto cuanto pude, sin permitir que mi compañero se fuera sin mí.
Por mi parte, yo ya estaba completamente duro. También dilatado. Aquella primera vez con JungKook fue muy dolorosa. Tardó una eternidad en poder metérmela entera. Solo a base de masajes y de lubricante pudo follarme a fondo. Pero de eso hacía ya mucho tiempo y mi culo, roto por él, no era el mismo.

LUJURIA | SAGA HOMBRES CASADOS #2 | ADAPTACIÓN YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora