CAPÍTULO 16

258 43 4
                                    

JungKook llegó con diez minutos de retraso. Me saludó desde lejos y pidió una cerveza antes de sentarse a mi mesa.
―Es la primera vez que tú y yo quedamos para vernos lejos de una cama.
Sonreí, y choqué mi cerveza con la suya.
―La primera, y quizá la última, amigo mío.
Habíamos quedado en una cafetería que se alzaba sobre pilones en la carretera general. Un sitio de paso, igual a muchos otros, con clientes anónimos que iban o volvían de alguna parte.
―Pensé que la última sería aquella, cuando conocí a tu amigo ―dijo tras un trago.
―Mi amigo.
―¿YoonGi?
―Sí. Se llama YoonGi.
Me quedé callado. El simple hecho de pronunciar su nombre me era doloroso.
―¿Qué tal va todo? ―me preguntó.
―No puede ir peor.
―¿Nadie te ha dicho que siempre puede ir mucho peor?
Sonreí sin ganas.

―No sé qué hacer, JungKook. Me siento miserable y muy infeliz.
―¿Tiene algo que ver ese macizo?
―Tiene todo que ver.
Me miró con cuidado. JungKook sabía por dónde podía transitar y por dónde podría ser peligroso.
―¿Estáis juntos? ―dijo al fin.
Yo solté el aire contenido en mis pulmones. Esa era la jodida pregunta que me atormentaba. Quería, deseaba, ansiaba estar con él, pero sabía que era algo del todo imposible.
―Lo eché de mi lado ―dije sin atreverme a mirarlo a los ojos―, y he conseguido tenerlo apartado durante meses, pero ayer...
―Os visteis.
―Nos encontramos por casualidad, y volví a meter la pata hasta el fondo.
―¿Te lo tiraste?
Lo mire. Creo que me ruborice, a pesar de que había hecho con el hombre que estaba ante mí cosas en la cama que cortarían el aliento a cualquiera.
―Nos masturbamos ―confesé.
―Eso es bastante inocente ―se burló de mí.
―No para un hombre que ha dejado a su mujer y a su hijo por mí.
Ya lo había dicho. Esperé la reacción de JungKook. Lo miré a los ojos. Me miraba fijamente. Me evaluaba. Asintió lentamente mientras se humedecía el labio inferior.

―Sí que estás jodido.
―Lo estoy.
―¿Y crees que yo te puedo dar un buen consejo?
―¿Con quién más puedo hablar de esto?
Volvió a guardar silencio. Dio un trago a su cerveza y empezó a liar un cigarrillo. La camarera lo miró, reprobatoria, pero no dijo nada. Sabía que no lo encendería allí. Era un hombre que cumplía las normas.
Se colocó el cigarrillo en la oreja, juntó las palmas de las manos y al fin me habló.
―Creo que hay un problema de sinceridad, JiMin.
―Se lo dije, JungKook ―le confesé―. Le dije que teníamos que respetar las reglas, que no podíamos ir más allá o todo se iría al carajo...
―No me has entendido ―me interrumpió, y alzó una mano para acentuar sus palabras―. Me refiero a ti. Creo que no estás siendo sincero contigo mismo.
Aquello me cogió totalmente por sorpresa.
―¿Yo? ¿Cómo?
Él sonrió y dio otro trago a su cerveza.
―Nadie tiene esas ojeras, JiMin, ni se atormenta porque su amante quiere algo más. Simplemente pone los límites o le deja ir. Ya lo hiciste en el pasado. Con aquel vecino de tu hermana, el que decías que tenía mejor polla que yo para darme celos. Y con aquel delicioso pelirrojo. En ninguna de aquellas ocasiones titubeaste. Los dejaste ir sin más. Sabías lo que tenías que hacer y lo hiciste.
Era cierto. Había sentido la incomodidad de la despedida. Había echado en falta los intensos momentos de pasión. Pero nada más.
―¿Y por qué ahora no puedo?
―Eso es lo que tienes que preguntarte.
―Y tú sabes la respuesta ―afirmé.
―Sé la respuesta. Pero no puedo dártela, amigo mío. Debes de llegar tú hasta ella y obrar en consecuencia.
―Obrar en consecuencia.
Qué expresión más jodida. Quizá porque llevaba toda mi vida evitándola.
―A veces, JiMin―continuó―, hasta aquello en lo que creemos más firmemente, aquello que nos ha permitido sobrevivir, hay que cuestionarlo.
―Voy a estar más jodido que ahora, ¿verdad? ―pregunté.
―Mucho más jodido. Pero también feliz.
―Siempre has sido un puto romántico.
―Siempre he sabido que tú eras diferente ―me puso una mano sobre el hombro―, y que estabas en esto de paso, nada más.

Quería abrazarlo, pero sabía que no me lo iba a permitir. JungKook cumplía las reglas, y en este momento estaba lo más cerca a incumplirlas que jamás lo había visto. Pero no iba a ir más allá. Él no.
―Así que no nos volveremos a ver ―dije con tristeza.
―Cuando salga de este antro, tú y yo dejaremos de tener cualquier tipo de relación.
―Te echaré de menos ―quería que se llevara una imagen simpática de mí. De nuestra última vez―. Echaré de menos tu pedazo de polla.
Él rio. Lo había conseguido.

―Y ella a ti, amigo mío. Y ella a ti.

«Hola hola, amorcitos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«Hola hola, amorcitos. Casi casi casi que olvido que este libro aún no estaba completado. ¡Qué dura es la vida adulta! Os juro que esta noche tienen el epílogo. Las quieroooo!!!!💜💜💜»

Min Brooks

LUJURIA | SAGA HOMBRES CASADOS #2 | ADAPTACIÓN YMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora