1. Un orgasmo, una expulsión y un profesor desquiciado

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1. UN ORGASMO, UNA EXPULSIÓN Y UN PROFESOR DESQUICIADO

COLTON

Sus caderas se mueven adelante y atrás mientras la sostengo por el trasero, miro a su espalda para fijarme en la hora que pone en el reloj que cuelga de la pared de su dormitorio, y aumento la velocidad de mis embestidas porque en diez minutos tengo clase. Lena jadea con los ojos cerrados y se inclina para poyarse en mi pecho y darme más facilidad para penetrarla, me mira y tira con sus dientes de mi labio inferior, ambos sonreímos y nos besamos.

—Voy a correrme —advierto entonces, a lo que ella asiente y acompaña el movimiento de mi cuerpo—. Joder. —Clavo las yemas de mis dedos en sus caderas mientras mi orgasmo provoca que se me dispare la respiración, siguiéndole una debilidad en las piernas y prácticamente todo el cuerpo—. No te has corrido, ¿verdad? —pregunto mirándola cuando se deja caer exhausta a mi lado.

—Estaba a punto.

—Eso no me vale. —Cojo impulso para ponerme sobre ella y sonríe cuando beso sus pechos y voy descendiente hasta sus muslos, arrastro mis labios por ellos sin detenerme, y doy un pequeño mordisco con ellos a su clítoris.

—Así, más rápido —suplica a la vez que empuja mi cabeza con sus manos.

Obedezco y me dejo llevar por lo que me transmite su cuerpo, por las señales que veo cuando el orgasmo se acerca, como el tamaño y la consistencia de su clítoris, el cual prácticamente duplica su tamaño por la concentración de toda la sangre. Es entonces cuando paso la lengua arriba y abajo deprisa y sin detenerme, hasta que sus gemidos inundan la estancia.

—Madre mía, creo que me voy a desmayar —bromea agitadamente y aprieta sus muslos sin dejar de temblar.

—Eso es una buena señal. —Le guiño un ojo levantándome de la cama para
vestirme, tengo unas ganas horribles de ducharme, pero no me da tiempo a ir hasta los baños comunes y cruzar el campuso corriendo para no llegar tarde a clase.

—¿Ya te vas? —Lloriquea sin moverse, aún desnuda y con la respiración entrecortada.

—Sí, son casi las ocho, tendrás que dejar entrar ya a tu compañera de habitación, ¿no? —comento cuando la susodicha vuelve a aporrear la puerta bloqueada con una silla de escritorio.

—Dios, qué pesada es.

—Me voy —río y le lanzo un beso con los labios—, hablamos.

Retiro la silla y la puerta cede de repente, su compañera, cuyo rostro se encuentra enrojecido por la rabia, me da un empujón al verme y entra dando una zancada. Casi se le cae la toalla con la que cubre su cuerpo después de haberse dado una ducha.

—¿¡Cómo no!? —exclama furiosa— ¡Tenías que estar con Colton Matthews! —regaña a Lena, la cual pone los ojos en blanco y le muestra su dedo corazón—. ¡Vístete, joder!

—¡Madre mía, Chelsea, acabo de correrme, déjame en paz! —grita ella mientras se levanta y coge la cesta de baño donde tiene todos sus artículos de aseo.

—Bueno, me voy, ha sido todo un placer —insisto, deleitándome una vez más con su increíble cuerpo desnudo y su sonrisa deslumbrante—. Y tú —digo mientras miro a la amargada—, voy a tener que decirle a mi colega que el sexo oral por la mañana es lo mejor para...

—¡Lárgate! —exclama lanzándome un libro que tiene a mano, ante lo que cierro la puerta para esquivarlo y salir corriendo hacia mi primera clase del día.

Hostia puta, qué tía más insoportable, no entiendo cómo Boston puede llevar casi un año con ella, yo no soy capaz de pasar ni cinco minutos. Que sí, que tiene unas curvas que te hacen perder la cabeza, pero todo deseo queda opacado cuando abre la boca y empieza a repartir gritos y mal rollo. Es capaz de transmitir estrés solo con una mirada.

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora