9. Un ataque de ansiedad y un lío de cojones

3.7K 386 119
                                    

CHELSEA

El profesor nos pide que hagamos grupos de tres y, por supuesto, me pongo con Peter y con Olivia, a quienes aún no he contado nada de lo sucedido con Colton. No sabría ni por dónde empezar a explicar algo a lo que ni yo misma le encuentro justificación.

—Chels, vuelve. —La pelirroja chasquea los dedos frente a mi cara, rompiendo así el viaje astral en el que estaba inmersa en un punto del suelo.

—Uy, a ti te pasa algo —averigua Peter al mismo tiempo que entrecierra los ojos.

—¿Es por el examen de psicopatología? Seguro que lo harás bien.

—Estoy bien —miento con una sonrisa forzada—, venga, vamos a adelantar esto que, si no, no terminamos ni para el año que viene.

—Tú queriendo trabajar, definitivamente esto precisa de una reunión del comité.

—No dramatices, Peter, solo... —Me encojo de hombros y trato de quitarle importancia—. Son cosas mías.

—¿Perdón? —Él se lleva una mano al pecho, ofendido—. ¿Cómo que cosas tuyas? —pregunta entrecomillando el "tuyas".

—Joder, mira que sois. —Suelto un bufido nerviosa y me levanto de la silla para coger mis cosas y salir de clase, escucho cómo me llaman y, por el escándalo que arman, supongo que también están recogiendo sus cosas para seguirme.

Me meto en el cuarto de baño y me mojo la nuca antes de encerrarme en uno de los servicios y sentarme en la taza del baño, noto cómo se me está acelerando la respiración y empiezo a tener sudores fríos, así que apoyo los codos en las piernas, y la cabeza en mis manos mientras intento tranquilizarme.

Hacía tiempo que no me pasaba esto, desde que echaron a mi madre del trabajo el año pasado y tuve que hacer algo de lo que no estoy orgullosa para poder pagarme los créditos del curso.

Digamos que mi situación familiar no es de portada de revista. Mi hermana mayor, Kimberly, se casó hace unos años y se mudó a Colorado, así que apenas sabemos nada de ella aparte de cuando vuelve para pedirme algo; ha rehecho su vida y, al parecer, no tenemos mucho sitio en ella. Solo somos mi madre y yo, y ella está más bien perdida... Tiene una incapacidad que no le permite realizar apenas ningún trabajo, y con su edad y su condición física, nadie la contrata, de modo que se pasa el día en casa enganchada a los antidepresivos, el vino y las telenovelas. Por eso es tan importante para mí aprobar el examen de hoy, ya voy a suspender una asignatura, y como suspenda este examen, serán dos y, por ende, me quitarán la beca. Algo que definitivamente no puedo permitirme a menos que quiera volver a repetir lo que hice el año pasado.

Y no quiero.

—Amor, abre la puerta. —Peter tira de la manilla.

—Esperad un momento —pido medio ahogada.

—¿Te está dando un ataque de ansiedad? ¡Abre! —exclama Olivia a la vez que repite el gesto de mi amigo.

Yo levanto la mano sin mover la cabeza y toqueteo la puerta hasta que llego al pestillo y lo abro, ellos se acercan y entre mi pelo veo cómo se arrodillan frente a mí; Peter saca un abanico de su mochila y empieza a agitarlo delante de mi cabeza.

—Dale espacio, no seas pesado —recrimina Livi.

—¡Dale espacio tú que estás más cerca!

—¡Ya vale! —exclamo yo empujándolos para levantarme y salir de ese cubículo en el que me estaban engullendo las paredes.

Me miro en el espejo y me digo a mí misma que estoy bien, que todo saldrá bien, que soy fuerte y que, como siempre, voy a salir de esta. Mis amigos me observan desde atrás, uno a cada lado, dispuestos a darme el aire de sus pulmones si lo necesito. Apoyo las manos en el lavabo y cierro los ojos, intento tomar el control de mi cuerpo y de mi respiración, y poco a poco voy notando cómo dejan de pitarme los oídos, disminuyen las taquicardias y ya no siento que me voy a morir. Al menos hoy.

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora