21. La guarida del perro, un descubrimiento inesperado y mil excusas

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Oye, por favor, a todas las lectoras fantasma que hay (que las hay porque leen los capítulos 800 y votan 200...) ¿qué os cuesta dejar un voto y una opinión?😣🥺 En serio, es lo único que ganamos los autores, la motivación de seguir escribiendo gracias a vosotras... Si no tenemos eso, sinceramente no quedan ganas de seguir publicando aquí, sino de sacar los libros directamente en Amazon a la venta.

🩷🩷GRACIAS  de corazón a todas las que hacéis el esfuerzo de comentar y compartir vuestra opinión conmigo🙏🏼🙏🏼

COLTON

No soy capaz de cerrar los ojos. Observo cómo duerme sin dejar de mirar las marcas cada vez más notables de su cuello y sé que le he prometido estar aquí cuando despierte, y así será, pero no he dicho nada acerca de lo que haré mientras duerme.

Me levanto con mucho cuidado para que no lo note, la dejo apoyada contra la almohada y me detengo unos segundos cuando se remueve y coge postura. Me visto en silencio con unos vaqueros y una camiseta básica, pero lo reconsidero y los cambio por un pantalón deportivo para tener más libertad de movimiento. Por lo que pueda pasar. Cuando estoy listo, la miro una última vez y cojo el casco de mi moto antes de salir y cerrar la puerta con cuidado.

Acabo de aparcar en una calle no muy alejada del centro, cuando varios tíos comienzan a mirarme. Ni siquiera se esfuerzan en disimular. He conseguido esta dirección por Emilia, que he tenido suerte de que me cogiese el teléfono con el sueño tan profundo que tiene. Me ha dado el número del camello al que le compró las pastillas, y ha sido él quien me ha dicho que viniese aquí cuando le he preguntado por Bóxer.

—Sígueme —pide un chaval de no más de veinte años.

Sujeto el casco con fuerza y asiento caminando tras él, voy mirando a mi alrededor a medida que me adentro en la tienda de recambios de coche que ahora está cerrada y en completa oscuridad, a excepción de un hilillo de luz que sale de una habitación al fondo del pasillo tras el mostrador.

—Entra. —Me hace una señal y él mismo abre la puerta antes de hacerse a un lado.

—Phoenix —saluda entonces el perro desde detrás de una mesa cubierta por fajos de dinero y paquetes de droga. Además de una pistola. De puta madre.

Trago saliva y avanzo varios pasos hasta quedar en el centro de la estancia, lo que parece ser su despacho. No voy a mentir, realmente no me esperaba lo de la pistola, pero ya estoy aquí y este hijo de puta no va a acojonarme, de modo que alzo la barbilla y le miro a los ojos.

—He venido a pagar la deuda de Chelsea —digo sin rodeos al mismo tiempo que saco un cheque de mi bolsillo y lo tiro sobre su mesa.

Antes de salir de la habitación, lo he rellenado sin pensarlo; sé que mi padre me hará preguntas y querrá saber para qué necesito tanta pasta de golpe, pero me la suda, no voy a dejar que este puto perro vuelva a tocar a mi Campanilla.

—¿Habéis escuchado eso? —Suelta una risa socarrona y le hace un gesto a sus matones con la cabeza, se levanta de la silla y rodea la mesa para acercarse a mí y coger el cheque—. O sea que eres capaz de soltar casi treinta mil pavos por un coñito. —Asiente con los labios apretados mientras mira el papel—. ¿Qué más serías capaz de hacer, Phoenix?

—Me llamo Colton —espeto con los dientes juntos.

Noto la tensión en todo el cuerpo, especialmente en los brazos y en el puño que tengo apretado a mi costado. Los nudillos del otro palidecen por la fuerza con la que estoy cogiendo en casco y él se da cuenta, puesto que baja la mirada a este gesto y después vuelve a mirarme a los ojos con seriedad mientras niega con la cabeza.

InevitableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora