6.

677 73 4
                                    

Kate pov.

Era una cafetería, muy linda, grande y habían montones de libros acomodados en los estantes. Podías distinguir los viejos de los antiguos por como el tiempo había tratado al papel de sus páginas. El aroma era delicioso. De pronto, mi vista había captado uno de los libros que he estado buscado por mucho tiempo y no dude en correr hacia el. Lo tomé y sentí el polvo sobre la tapa. Lo limpié dejando ver el título escrito que ahora relucía en un color dorado brillante.

-¿Qué tienes ahí? - preguntó Yelena acercándose a mi y agarrando el libro. - ¿"La carta incorrecta"? - leyó.

- Es un libro que no muchas personas conocen ya que la autora utiliza seudónimos para publicarlos. -

- Si es así... ¿Como sabes que es de ella? - cruzó sus brazos y me miró con los ojos entrecerrados y una sonrisa.

- Porque yo la conozco. Sé de todos sus libros y le prometí que buscaría y leería todos. Y este...este es especial es probablemente su libro más personal. - volví a tomar el libro y lo llevé conmigo durante el resto de la cena.

Yelena nos llevó a una mesita que estaba cerca de la ventana, las gotas de la lluvia aún se veían encontradas contra el cristal y por la humedad era obvio que tardarían en secarse.
-¿Te gusta? - preguntó ella. Sonreí y volví a asentir con la cabeza. - Aquí vengo cuando quiero estar tranquila y dejar todo lo que me molesta por detrás. - su voz se tornaba ronca con cada palabra que pronunciaba y eso me parecía lindo.

-Pareces una persona tranquila, tu voz es tranquila.- eso la hizo reír.

- Puede que sea así. Pero te aseguro que como tú, tengo muchas cosas que tienen a mi cabeza dando vueltas. - me sorprendí, solo la he conocido de un día y parece que sabe incluso las cosas que aún no sé de mi. Una vez más tomó mi mano por sobre la mesa y como si leyera mi mente exclamó: - No quiero que pienses en mi como una psicóloga o una bruja que sabe qué pasa por tu mente o tu vida, yo también he pasado por algo parecido a lo que tú y déjame decirte que todos tenemos ruido en la cabeza. Como un tornado de voces y pensamientos que parece que no acaba, pero siempre hay algo que hará a ese tornado esfumarse. A mi me encanta leer, y el aroma del café. Supongo que compartirlo contigo podría ayudarte, pero mejor dime ... ¿Qué calma ese tornado en tu interior? - acarició el dorso de mi mano con su pulgar y se acomodó recargando hacia adelante su pecho por sobre la mesa.

-Bueno, normalmente diría que leer y tocar el piano pero estos días ha parecido que ya ni siquiera eso funciona. No hasta que... bueno... -

Llegaste tu. Pensé.

Yelena me miro y sus ojos verdes y brillantes esperaban una respuesta.

- Probablemente hablar de esto contigo, con alguien, ha ayudado. -

Y la velada fue linda, fue llena de historias sobre nuestras infancias y creo que para ser de diferentes edades tenemos mucho en común. Contábamos anécdotas de la escuela primaria, como la que vez que yo mentía diciendo que mi casa era una mansión con alberca y la vez que Yelena le demostró a una niña que no debía meterse con ella. Presumió sus habilidades en artes marciales, yo le conté sobre las mías y resulta que habíamos asistido al mismo curso de artes marciales, solo que claro, nunca coincidimos porque ella pertenecía a un grado mayor. Mientras ella tiraba al suelo a los adolescentes con granos y hormona alborotada, yo estaba tratando de no hacer llorar a ningún infante de mi grado.

Hablamos experiencias amorosas en la secundaria. Ella siempre era de las que recibía cartas en san Valentín, yo era quien esperaba con ansias una de alguien que no fuera el 'fifas castroso' del salón. Tuve la valentía de contarle la vez que decidí mandarme cartas anónimas a misma, y de lo triste que fue. Ella me contó sobre cómo nunca se atrevió a expresar sus sentimientos a una chica de su salón.

Pasamos a la preparatoria y para ese entonces, Yelena ya salía a fiestas, aunque no lo hacía tan seguido pues se enfocaba más en sus calificaciones. Yo salí a una que otra fiesta, nunca fui tan desastrosa como Yelena pero mis calificaciones al lado de las de ella eran nada. A duras penas logre pasar, y me sorprendí por eso. Ya en la universidad, la chica de cabellos rubios ya sabía a lo que iba pero...

- Ser una abogada no era lo que yo quería. Sin embargo siempre tuve ese miedo de que lo que en realidad quería hacer no me iba a sustentar lo suficiente. - bebió de su copa. - Admiro mucho que tú lo hayas logrado. - sonrió. Que sonrisa tan más linda.
Sentí mis latidos aumentar.

- A duras penas lo he logrado. Aún no termino de pagar mi hogar, pero espero que logre hacer mi último pago muy pronto. - suspiré.

- Se que lo harás. - se escuchó una melodía de fondo. De esas antiguas que provocan nostalgia y confort. - ¿Te gusta bailar? - preguntó.

-No se hacerlo, pero podría intentarlo. - nos levantamos al igual que muchas personas en el local que llevaban a sus parejas a bailar.

-Sostén mi mano con tu mano izquierda. - entrelacé nuestros dedos. - Y ahora esta de aquí la vas a colocar acá. - tomó mi otra mano y la posó suavemente sobre su cintura. Estaba rezando por qué mi mano no temblará mientras estaba sobre ella, pero creo que lo hizo, porque dijo en un susurro: - No estés nerviosa. - sonreí. Ella sonrió. Y sus ojos se encontraron con los míos. No soy una persona que disfrute del contacto visual, pero esta vez fue diferente. Mi rostro se sintió tibio. Escuchaba su respiración lenta, la mía era entrecortada, no quería temblar, no quería parecer una tonta.
Me dio una vuelta y me abrazó cruzando sus brazos por enfrente de mi. Se recargó sobre mi hombro y la oí cantar. - So kiss me once and kiss me twice and kiss me once again. It's been a long, long time. -

Y la música continuó.

I'm here [Katelena]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora