Ya en el exterior, mis ojos buscan su característico atuendo, hasta que logro divisar a Sumi sentada en una de las mesas de una tienda de café.
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— ¡Que alivio! — Llevo mi mano derecha a mi pecho.
Camino hacía la mesa en donde se encuentra la bella chica, pero al acercarme, puedo ver como aparta la mirada ante mi presencia.
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Indiscretamente, me siento delante de ella en la silla que está desocupada, a medida que observo con detención su lozano rostro.
Al verla de este ángulo, no dejo de repetirme lo hermosa que es.
Realmente me siento como un inútil, no sé que decir, y ella tampoco por obvias razones.
De verdad que es todo un misterio, prácticamente tendré que adivinar sobre que le sucede, y arriesgarme a meter la pata.
Solo puedo realizar conjeturas e intentar llegar a algo:
— No tienes la culpa de nada, sea lo que creas que haya pasado(...)
Creo que no fue un buen inicio...
Por otro lado, parece que he captado la atención de Sumi.
Ante esto, tan solo puedo retomar mi idea:
— (...)Solemos lamentarnos por razones equivocadas producto de una mala percepción o tal vez nuestras inseguridades — Hago una breve pausa — No te conozco, no sé nada sobre tí, tan solo soy un cliente, pero...¿Quieres dar por terminada esta cita?, no pienso presionarte para continuar, olvida el dinero, te pagaré de todas formas, solo me interesa tu bienestar.
No sé lo que estoy diciendo, estoy tan confundido que siento como mis piernas se duermen por esta ansiedad. Irónicamente, las palabras que acabo de pronunciar se devuelven, y yo soy el que carga con ellas.
La tensión entre ambos se vuelve sumamente incómoda. No tengo idea en lo que ella está pensando, pero asumo que ya he metido la pata.
