Epílogo

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Remitente: desconocido

Destinatario: Elene S. F.

Mi amada Elene,

Nunca. Esa palabra es demoledora, contiene un principio de negación inaceptable y termina con ese final abierto... Nunca.

Nunca te podré olvidar y me cuesta aceptar que esta sea mi última carta. Quizás me acostumbre a este manicomio al que decidí meterme por cuenta propia. Probablemente se me olvide que estoy loca. Pero, jamás me será posible erradicar esto que me pone con un pie en la realidad y otro en la fantasía; con un ojo en la verdad y otro en la mentira; a una razón de amar y a un latido de la locura.

Nunca.

Hasta siempre nunca, Elene.

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También soñé que bailé contigo,
que éramos dos estrellas unidas
por el brillo inseparable
de besarnos de sol a sol,
de luna a luna.

También soñé con el horizonte
escuchando la canción sin fatiga
del corazón insomne
del mar
y la voz de su delirio
ahogando la tristeza de la luz.

Soñé que te amé,
y desperté con una herida incurable,
que cada vez me arde
con el agua de los ojos.

Te amo...

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Después de leer la sucinta carta, Elene recibió una llamada. No le costó ni un instante reconocer la voz.

—¿Felipe? —dijo mientras vigilaba con la vista a los niños.
—Escúchame —respondió la voz del otro lado—. Nunca tuve la oportunidad de decírtelo de frente, que lo vieras salir de mi boca, pero... No, no puedo.

—¡Dilo! —contestó Elene angustiada.
—Hay cosas que no se pueden decir. Es mejor así. Me gusta que sea así. Sólo quiero que cuides del niño. Hay muchas cosas que nunca supiste de mí, cosas que no te conté y que nunca podré contarte porque así debe ser. Por tu bien.

Elene se quedó muda, no sabía qué pensar, pero a la vez pensaba muchas cosas.

—Escúchame, lo que realmente te quería decir es que quemes ese diario. También la última carta que te envió Marilú.

La línea se cortó.

Elene quedó perpleja.

—¡Ama! ¡Ama!

Eran los niños que venían corriendo. Elene vio a su hijo: <<si eso quieres, lo entiendo>>, dijo mentalmente pensando en Felipe y lo borró de inmediato. Luego, salió corriendo.

A los chiquillos les pareció divertido y salieron tras ella en dirección al mar.

En la noche, en una fogata social, Elene arrojó el diario y la última carta al fuego. Se había separado de su marido y ahora estaba sola. Sola no, con sus hijos, en paz...



FIN

Gracias por su lectura

Me persiguen mis secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora