Capitulo 22

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El viento seguía aumentando y comenzó a girar vertiginosamente, azotando todo lo que encontraba a su paso.
Los truenos rugían en el cielo cada vez más oscuro. Los chicos decidieron esconder su rencor y caminar en silencio. El tiempo se estaba acabando y todavía les quedaba un largo camino.
Realizando su mejor actuación, Martina le sonrió a Teresa.

M: Oh, creo que ya entendí, hiciste muchas cosas raras, pero te obligaron y ahora nosotros estamos vivos. Esa es la idea, ¿no?

Te: Sí, en líneas generales es más o menos así.

I: Entonces deberíamos dejar de pensar en ello por el momento. Tenemos que alcanzar a los demás.

La mejor posibilidad de llegar al refugio era junto a Teresa y Aris, de modo que eso harían. Podrían reflexionar sobre Teresa y lo que ella y Aris habían hecho en otro momento.

Te: Muy bien... si así lo quieren -dijo ella con una sonrisa forzada, como si presintiera que algo no estaba del todo bien. O tal vez no le agradaba la perspectiva de enfrentar a los Habitantes después de lo que había sucedido.

Ar: Chicos, yo... también lo siento. Y para que quede claro, ese beso no fue real.

Te: Y no esperes que vuelva a suceder.
Me parece que ahora me salió un hongo en los labios.

I🧠: No puede ser. Por favor que alguien me mate

M🧠: Qué asco, ahora no puedo sacar esa imagen de mi mente

Th🧠: Mejor apresurémonos. Si vuelvo a escuchar algo acerca de ese beso voy a vomitar

Se lanzaron montaña abajo antes de que Teresa intentara volver a acercarse a ellos o surgiera otro comentario que rememorara esos desagradables momentos en la cueva.
Les llevó una hora más llegar a la base de la montaña. Al ir acercándose, la cuesta se niveló un poco, lo cual les permitió aligerar el paso. Al rato, el camino sinuoso se terminó y pudieron correr los últimos kilómetros hacia el páramo llano y desolado que se extendía hasta el horizonte. A pesar de que el aire estaba caliente, el cielo encapotado y el viento lo hacían más soportable.
Aún no se podían distinguir bien a los Grupos A y B, que marchaban más adelante.
Especialmente en ese momento, ya que habían perdido la vista elevada y el polvo había enturbiado el aire. Sin embargo, tanto los chicos como las chicas seguían desplazándose hacia el norte con sus propios grupos. Aún desde la posición en que se hallaban, pudieron notar que ellos marchaban inclinados debido a la fuerza del viento.
La tierra que volaba por el aire les picaba los ojos. Y limpiárselos constantemente no hacía más que empeorar la situación y resecar la piel que los rodeaba. En el cielo, las nubes se
volvían cada vez más densas y oscurecían todo a gran velocidad.
Después hicieron un rápido descanso para comer y beber. Recordaron lo felíz que se veía Chuck la primera vez que Sartén le pidió ayuda para entregar las provisiones, pero ese cálido sentimiento se desvaneció cuando notaron que los escasos suministros alimentarios que tenían, disminuían de manera alarmante.

Se tomaron un momento para observar a los otros grupos.

Te: Están caminando -dijo señalando hacia adelante con una mano y usando la otra para protegerse los ojos del viento.

I🧠: No me digas.

M🧠: Además de traidora, súper genio nos salió.

Te: ¿Por qué caminan y no corren?

Ar: Porque todavía nos quedan más de tres horas para el plazo límite —respondió mirando el reloj—. A menos que nuestros cálculos estén mal, el refugio debería estar a unos pocos kilómetros de este lado de las montañas. Pero no distingo nada.

Th🧠: Chicas, odio admitirlo, pero yo tampoco veo nada.

M🧠: Yo tampoco.

I🧠: Ni yo.

Maze Runner: Prueba de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora