✨ Capítulo 10 ✔︎

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❝ Historia que saber ❞

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Cuando Nico recuperó la conciencia, se encontró en un entorno completamente diferente: un vasto vacío que pronto se transformó en lo que parecía un bosque exuberante.

—¿Qué me pa-?

—No hagas movimientos bruscos; tus heridas aún no han sanado —una voz familiar interrumpió sus pensamientos—. Come con tranquilidad.

Al girarse hacia el origen de la voz, Nico vio a una figura conocida.

—Tú —su cuerpo reaccionó instintivamente con hostilidad—. ¿Qué estás haciendo aquí conmigo? ¿Vienes a matarme?

La figura, una joven, parecía asustada por el reciente encuentro.

—Te vi tirado en el bosque y decidí ayudarte —respondió, señalando las plantas curativas en su abdomen—. Lo que tienes son hierbas curativas.

—¿Dónde estamos? —preguntó, buscando entender su situación.

—Estamos en el Bosque Sagrado —respondió ella con tranquilidad—. Aquí estaremos a salvo.

—¿De qué?

—También estás huyendo, ¿no?

—¿Cómo lo sabes? —preguntó, sorprendido.

—Por tus heridas. Son intencionales, hechas para dejarte muerto. Ha pasado un día desde que te encontré —dijo ella, abriendo los ojos en sorpresa—. Come.

—No puede ser —murmuró—. ¿Ya ha pasado un día?

Ella asintió con cautela.

—Tranquilo, no te haré daño. Solo quiero ayudarte a sanar.

—¿Cómo sabes tanto de esto? —señaló las vendas—. Pareces no tener más de un año menor que yo.

—En realidad, creo que tenemos la misma edad —dijo ella mientras revisaba las heridas—. Yo también he tenido que sanar heridas, las que me ha causado mi hermana —retiró suavemente un par de hojas secas—. Ella ha intentado matarme muchas veces.

Bajó la mirada, apenado.

—Perdón por preguntar.

—No te preocupes. Ahora yo también quiero saber, ¿quién te hizo esto? —ella se paralizó por un momento—. Estas heridas fueron causadas por golpes continuos y muy fuertes.

—Bueno, si te lo digo, ¿no te asustas?

—No, tranquilo —suspiró ella—. Ya sabes por qué sé hacer todo esto.

Theo hizo una mueca y suspiró.

—Fue mi hermano. Y yo no terminé mi entrenamiento —miró al suelo molesto—. Me aterra el asesinar, y a él eso no le parece.

—¿Entrenamiento? Si eres un niño como yo —ella lo reprendió—. Bueno, no es que yo no esté entrenada, pero yo tengo una...

—Obligación —terminó él la frase. Durante un momento de silencio, ambos se miraron a los ojos y encontraron la respuesta que tanto temían.

—Eres el príncipe de los demonios —la niña lo acusó.

—Y tú, la princesa de las Diosas —respondió él.

—¿Cómo sabes eso...?

—Tus ojos —él los señaló—. Solo las diosas tienen ojos claros, pero nunca había visto a una que tuviera un diamante.

Nuestro hogar en el mañana || Nɪᴄᴏ Dɪ Aɴɢᴇʟᴏ(edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora