-Tu eres mi hogar como yo soy el tuyo y donde ambos estemos el hogar siempre estará.
-¡Que no vez que trato de salvarte! Y no me importa lo que tenga que sacrificar, terminaré esto de una vez por todas.
S1. 14-15 años
S2. 15-16 años
...
La luna brillaba en lo más alto, bañando con su luz plateada el paisaje. Esa noche, según la profecía, las barreras entre la vida y la muerte se abrirían, y los dos rectores descenderían para limpiar la tierra. Las palabras escritas en tierra, de acuerdo con la profecía, siempre tenían una razón.
—Sabes que eso es tonto, ¿no? —Nico comentó con desdén, mientras miraba el cielo oscuro.
Lily rodó los ojos, negando con la cabeza—. No, Nico, lo que está escrito en tierra siempre tiene un propósito. Nada es por casualidad.
—Sí, claro, para atraer a idiotas como nosotros a seguir profecías falsas —se burló Nico, con una sonrisa sarcástica—. Esto es una pérdida de tiempo, Lily.
—A veces, Theo, necesitas ver las cosas desde otro ángulo —respondió ella con firmeza—. No puedes vivir creyendo que todo es falso. Hay verdades ocultas en lo que nos rodea.
Nico despertó de repente, agitado y cubierto de sudor frío. Esos sueños, esos recuerdos, lo atormentaban cada vez más, llenando su mente de confusión y desesperación.
—Por los dioses... —suspiró, pasando una mano por su cabello desordenado—. Esto no tiene fin. Las imágenes siguen, pero no me dicen nada.
Miró a su alrededor, las palabras de Lily resonando en su mente. Ella siempre tenía razón; solo se había alejado un poco y ya estaba peor que antes, atrapado en su propia desesperación.
—¿Qué voy a hacer?
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—Muéstrame a Nico di Angelo —ordenó Percy, mientras observaba el agua temblar antes de formar la imagen de Nico en un cementerio, bajo un cielo estrellado.
Si Percy pudiera cambiar su vida, lo haría sin dudar. Todo en su vida era un caos: dioses, titanes, semidioses... y ahora, un mini Hades había secuestrado a su hermana. Observó la imagen en la fuente, viendo cómo Nico, envuelto en una capa negra, daba órdenes a un par de sepultureros.
—Tal palo, tal astilla —murmuró Percy para sí mismo, con una mezcla de frustración y resignación—. Espero que al menos me deje verla más de tres meses al año.
Le extrañó no ver a su hermana junto a Nico. Grandes sauces rodeaban el cementerio. La noche era brumosa y cálida, las ranas croaban sin cesar. A los pies de Nico reposaba una enorme bolsa de Wal-Mart.
—¿Ya es bastante hondo? —preguntó Nico, su voz impregnada de irritación.
—Casi, mi señor —respondió un fantasma, el mismo que Percy había visto antes. Su imagen tenue y temblorosa, apenas visible—. Pero os digo que esto no es necesario, mi señor. Ya me tenéis a mí para buscar consejo.
