『 𝚅𝙸 』

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VI

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VI.

Lo supe por instinto tras colgar y lo confirmaría más tarde. No se equivocan al pensar que "el motel de siempre" de la llamada era el motel al que me había llevado Leon la primera vez que dormimos juntos. ¡Qué bien! Ahora no solo era parte de la colección, sino que hasta probablemente me revolqué con él en las mismas sábanas que ensució con esa... mujer. 

"Me gusta cuando te pones dulce...", resonaba su voz en mi cabeza. Me dieron ganas de vomitar ante la figuración de Leon siendo dulce con ella. Y no porque quisiera que solo lo fuera conmigo, sino porque había tenido demasiado de él siendo un desastre como para imaginármelo en su papel de príncipe azul.

Fui hasta el sofá, Leon estaba completamente noqueado por el alcohol. Pobre, se veía tan vulnerable. Debía confiar mucho en mí para dormir tan tranquilo. Acaricié su frente, me gustaba mirar lo guapo que era cuando no estaba atento, contemplarlo sin que lo supiera. Y ahora podía mirarlo todo lo que quisiera, hasta hartarme y no querer mirarlo nunca más; pero tenía otros asuntos que atender.

Tomé su mano para desbloquear su teléfono con su huella. Ni siquiera se inmutó y yo ni siquiera tuve cuidado de no despertarlo. Me senté en el suelo con la espalda apoyada en la parte inferior del sofá y me puse a revisar pacientemente todos sus mensajes y llamadas. Pensé que encontraría conspiraciones políticas, cosas sobre laboratorios clandestinos y bioarmas. Sin embargo, lo único polémico y exagerado era la considerable cantidad de mujeres invitándolo a salir. Él respondía a las bonitas e ignoraba a las menos hermosas. Menudo lujo que se da el agente inalcanzable Kennedy. Pero no me importó mucho, ni siquiera me dieron celos, y eso me hizo sentir extraña. ¿Debería? ¿No es así? Si tan enamorada de él creí estar, deberían darme celos hasta la luna. Pero no. Me daba más celos pensar en mi hermano saliendo con alguna chica que imaginar a Leon con otra. ¿Por qué no me importaba? Todos esos años odiando a la espía que le había robado el corazón, todos esos años llamándolo imbécil por haberse dejado encantar por ella, ¿pero no porque estaba enamorada ni porque quería que él me amara a mí? ¿Y por qué lo hice entonces? 

No podía seguir llamando «amor» a mis sentimientos. Sí, había muchos sentimientos, pero eran confusos. Dejé el teléfono a un lado y suspiré hondo preguntándome qué sentía por él, y giré a verlo, como si la respuesta estuviera escondida detrás de sus párpados cerrados. Creo que lo vi tan enamorado que quise amar también; quería sentir algo y me aferré a lo mínimo. Aunque no sé si podría asegurar que él amara a la espía, eso también podría ser otro producto de mis ganas de sentir. Se encontraban en misiones y en moteles, eran amantes y rivales según se diera el caso. No, eso no era amor. Sería una obsesión, una amistad con derechos, o cualquier otro antónimo de lo que, según yo, debería ser el amor. 

Chris solía decirme que mi mejor y peor cualidad era soñar despierta. La mejor porque me hacía tener claros mis ideales, y la peor porque me llevaba a pensar demasiado en cosas que no existían. Pensé que sería un rasgo de mi adolescencia, pero ahora sé que es parte de mí, y sé también que es la razón por la que me terminé convenciendo de que estaba enamorada de Leon, y de que Leon estaba enamorado de la espía: por idealista, y por mi tendencia a darle demasiado tiempo a mis fantasías. Pero nadie amaba a nadie en esta historia, ¿qué tan triste suena eso? Mucho. ¿Pero eso cambia las cosas? No tanto.

𝙴𝚕 𝙸𝚗𝚌𝚎𝚗𝚍𝚒𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝙿𝚛𝚘𝚟𝚘𝚌𝚊𝚜𝚝𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora