『 𝚅𝙸𝙸』

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VII.

Volví a mi departamento asegurándome de que nadie me siguiera

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Volví a mi departamento asegurándome de que nadie me siguiera. Volteaba a cada segundo, atenta a cada sirena, a cada luz, a cada sombra al final de la calle. Temía haberme convertido en blanco de la policía o, peor aún, de la BSAA. Si mi hermano llegaba a enterarse de todo en lo que me impliqué y con quién, intentaría alejarme de mi trabajo a como diera lugar. Y eso solo derivaría en una ronda de gritos e intentos míos de hacerle entender que yo ya era una adulta y que me metería en todos los problemas que yo quisiera con todas las criminales que yo quisiera. Claro que, hacer eso diría precisamente lo contrario sobre mí y mi supuesta madurez.

Tuve ganas de culpar a Ada. Verla existir, tan imponente, sensual y controlada me hizo sentir como una adolescente en busca de aventuras que no estaba lista para enfrentar. Sabía que no debía temerle, pero también sentía que no cuidarme de ella sería una imprudencia imperdonable, así que cuando volteaba a comprobar que no me siguieran, buscaba su silueta también.

No me siguió nadie, salvo mi temor, que se hacía más y más grande a medida que me acercaba a mi departamento, porque no quería ver a Leon, porque no iba a poder ocultarle mi cara de impresión por todo lo ocurrido y él adivinaría con solo verme que algo estaba mal. Ada y Leon tenían el poder de hacer que me llenara de paranoia como una desquiciada. Y a estas alturas, me parece que queda más que confirmado que, cuando se trata de ellos dos, mi buen juicio se evapora.

Acababa de amanecer cuando por fin llegué a casa. Para mi alivio, Leon ya no estaba allí. Me dejé caer en el sofá con la intención de concentrarme en lo positivo de toda la experiencia. Sí, ver el lado bueno de las peores cosas y personas es uno de mis múltiples talentos. "Al menos escapaste con vida...", me dijo mi mente, y yo estuve de acuerdo, pero también se me hizo una frase al aire. ¿Realmente estuve en peligro? Con esa maldita morena agarrada a mi cintura y mi cuerpo perturbado por aquella repentina carga sensual... ¿Podía quejarme? De todas las veces que arriesgué mi pellejo por una muy peligrosa causa noble, esta había sido la más emocionante y la más confusa.

Y todo por ella... 

...por Ada...

No debería sentir nada por ella más que rabia y deseo de venganza, por haber arruinado a Leon, y por ser la principal causante de que la inmensa torre de naipes que había sido mi amor por él se estuviera derrumbando. Pero no lo conseguía, lo único que daba vueltas en mi cabeza eran las ganas de haberle pedido que no se fuera.

—Vale, no quiero a Leon, nunca lo he querido. Lo acepto y lo asumo—, me afirmé a mí misma, como si con decirlo recuperara algo de control. Pero fue nada más asegurarme ese pensamiento, cuando mi vista reparó en un pequeño papel que había tirado sobre la mesa. Lo cogí y lo leí curiosa:

«Me arrepiento de cada segundo que no pasé a tu lado, Claire».

No hacía falta, pero ni siquiera un nombre o un rayajo a modo de firma. Volví a leer la nota. Los espacios entre las palabras me parecieron barrancos que rompían su secuencia y la volvían una mentira. Sabía exactamente lo que significaba, pero no sabía qué pensar al respecto, así que elegí no creerle. ¿Cómo podía creerle luego de lo mucho que sus acciones me decepcionaron? De seguro se estaba burlando de mí o había cedido a un impulso de la resaca. Debí haberme quedado mirando el papel como una tonta durante unos segundos, porque no conservo recuerdos hasta que vibró mi teléfono.

𝙴𝚕 𝙸𝚗𝚌𝚎𝚗𝚍𝚒𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝙿𝚛𝚘𝚟𝚘𝚌𝚊𝚜𝚝𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora