『 𝙸𝙸𝙸 』

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III

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III.

La tragedia nos había unido, pero las secuelas posteriores nos arrastraron a todos por caminos diferentes. Ya no sabía quien era yo, o quién era Leon...

¿Un simple beso cambia tanto a los hombres? Parece ser que así es, al menos fui testigo de cuánto lo cambió a él.

Me pregunté si yo podría tener el mismo efecto en algún chico y decidí ponerme en campaña para encontrar novio. No me costó mucho trabajo. Acumulé algunas conquistas, pero aun con la fortuna de tener compañeros maravillosos, nunca sentí nada similar a ese estremecimiento tibio que sentía al pensar en aquel rubio obstinado.

Concluí que me había enamorado, pero no de él, sino de su forma de estar tan obsesionado con su mujer misteriosa. Imaginaba historias de ellos dos, la forma en la que él se esmeraba en llamar su atención, la forma en la que confesaban su amor y se juraban permanecer juntos. Y fantaseaba con verlos aparecer tomados de la mano.

Creo que, en el fondo, anhelaba saber que Leon había logrado ser feliz a pesar de su locura, y que toda la insistencia para con la espía había valido la pena. Quería verlo sonreír, quería que sus malas decisiones tuvieran un final feliz.

Desde luego, nada de eso pasó ni pasaría nunca.

Recuerdo que me sentí culpable por haber menospreciado sus sentimientos y decidí llamarlo, quería disculparme. Pero él había cambiado de número de teléfono y yo ya no iba a empeñar tiempo en localizarlo ni en insistir decenas de veces para tener una conversación incómoda. Estaba ocupada con mi propio trabajo y dejé ir las ideas, y en serio creí que no iba a escuchar nada más sobre Leon en lo que me quedara de vida, hasta que mi hermano me preguntó por él un día durante un almuerzo.

—¿Qué sabes de tu amigo Leon? 

—No lo veo desde hace tiempo. ¿Por qué?

Esperaba que me dijera algo sobre el trabajo, pero se quedó en silencio.

—Por nada... —dijo después y yo me alarmé. 

—Anda, Chris, no me dejes con la duda. ¿Qué pasa con Leon?

Chris me miró y dejó de comer para darme las novedades. 

—Pues pasa que, si los rumores son ciertos, se ha metido en la boca del lobo para rescatar a una mercenaria. ¡A una mercenaria! ¿Te lo puedes creer? Ese tipo de gente te apuñala por la espalda si hay dos dólares que ganar de por medio. Y va él y se le ocurre jugarse la vida por una de ellos.

Si yo algo había aprendido era que el amor merece respeto siempre, pero el desprecio en la voz de mi hermano me hizo cuestionar esa filosofía. Leon no se había enamorado de una bella espía, como yo en mi interior idílico quería creer, sino que se había vuelto loco por una criminal desalmada.

—Y esa mercenaria... ¿puede llamarse Ada, quizá? —pregunté.

—No me gusta esa pregunta, Claire, ni un pelo siquiera. ¿Qué demonios sabes tú de esa mujer? Como en esa mierda de ONG rara en la que te has metido estés relacionada con gente así, te sacaré a rastras si hace falta. 

𝙴𝚕 𝙸𝚗𝚌𝚎𝚗𝚍𝚒𝚘 𝚚𝚞𝚎 𝙿𝚛𝚘𝚟𝚘𝚌𝚊𝚜𝚝𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora