1.- ¡Un meteorito!

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POV Lector

Soy joven, medio sociable y de curiosos rasgos albinos. Cumplí 19 hace poco, vivo con mi madre, perdí a mi padre en un accidente durante mi infancia, si no fuera por la herencia que nos dejó, viviríamos en la calle.

Me he vuelto tan rebelde, la ausencia de mi padre me ha cambiado.

Me he hecho cortes, piercings, tatuajes, siento que podría amputarme una pierna y ya no sentiría dolor. Soy un desastre.

He salido con algunas personas pero siempre terminan siendo ahuyentados por mi rara forma de ser y aspecto poco común. Nadie me soporta, ni yo.

—¿Te teñiste el cabello? ¿cuántas cosas más piensas hacerte? mírate, pareces un fantasma. —regañaba mi madre al verme con un tinte oscuro que hacía ver más palida mi piel blanca, casi transparente, y además, delicada a la luz del sol, qué pesadilla.

Yo quise verme normal para encajar en la sociedad que me rechazaba, pero ella no lo entendió, daba igual, la pintura era temporal.

Aunque le explicara mil veces, no lo entendería, me encerré en mi habitación que tenía una ventana grande con vista al jardín.

Tengo un perro pequeño llamado Koko que siempre me acompaña, es mi único verdadero amigo.

Mientras estoy en cama, escuchando música, el atardecer cae lentamente por mi ventana.

Al igual que cae una cosa extraña  en el jardín, tambaleando un poco las cosas de mi habitación.

—¡Un meteorito! —me alteré quitándome los audífonos al sentir la vibración en el suelo, me habría vuelto a recostar de no ser que el sonido de algo escarbando me empezó a aterrar.

Koko le ladraba a la ventana y su escándalo sólo me daba más miedo, apagué las luces y me asomé por la ventana discretamente. Lo que ví era todo un espectáculo de terror.

Un hombre como de 26 años de largo cabello negro y lacio escarbaba rápidamente un agujero en mi patio, para luego enterrarse en él como si literalmente hiciera su propia tumba.

Lo que más me puso de los nervios fué que dejó su cabeza en la superficie y cerró sus ojos, básicamente parecía un muerto o una cabeza cercenada.

Salí discretamente a paso descalzo hasta la recámara de mamá y traté de despertarla.

—¡Mamá! ¡hay un zombie en el patio! —grité sin discreción haciendo que se envolviera más en las sábanas.

—Déjame dormir, no molestes. —Ella nunca me creía porque siempre hago y digo cosas raras.

—¡Pero estoy hablando en serio! —insistí casi llorando, no quería bajar sin compañía sabiendo que un tipo raro estaba enterrado en el jardín, quién sabe si seguía con vida.

—¡Por favor! ¡no inventes tonterías! ya estás grande. —me regaño mamá para luego echarme de su habitación.

Tragué saliva y esperé unos minutos antes de volver a mi cuarto. Esperando que fuera una pesadilla, que me lo hubiera imaginado. Koko me seguía por detrás y tomé una linterna pequeña para ir a investigar.

Me temblaba el cuerpo al pensar que vería su rostro fuera de la tierra, como una cabeza decapitada y puesta allí.

Tenía que ser valiente, ya había visto muchos videos de terror y películas, lo peor que podía pasar es que ese extraño abriera los ojos. En lo que salía de la tierra me podría meter a la casa corriendo.

—¿Hola? ¿hay un zombie ahí? —iluminé el suelo buscándolo, pero ya no estaba, aunque había un bulto de tierra sobresaliendo en el mismo sitio. —Koko, orina aquí. —le señalé a mi mascota.

Mi perro, súper obediente, hizo pipí en ese lugar y al ver que no pasaba nada, ambos dimos un suspiro de alivio.

—Bueno, era mi imaginación, debería dejar de escuchar Pink Floyd con los ojos cerrados.

Un crujido en el suelo casi nos mata de un infarto, la tierra del jardín se removía como un pequeño temblor debajo de mi y una mano me tomó del tobillo.

—¡¡¡Aaah!!! ¡salió! ¡salió! —Chillé soltando la linterna y pisándole la mano para que me soltara. Una vez que lo logré, me metí a casa junto a Koko y cerré con seguro — debo llamar a mamá y a la policía y a la marina y a mi tío el boxeador.

—¿Porqué haces tanto escándalo? —preguntó una voz masculina detrás de mí.

Me dí la vuelta y efectivamente, era el zombie. Me cubrí la boca para no gritar más, ya que temía morir.

¿Quién duerme en mi patio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora