14.- ¿Qué esperabas?

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—Siento algo en mi pierna. —dijo Illumi apartándose de tu cuerpo para notar cómo tu mascota se había prendido de su pierna en busca de aparearse.

—¡Koko! ¡no! —regañaste sintiendo vergüenza y a la vez te daba cierta gracia.

—Ve a reproducirte con alguien de tu especie. —aclaró con suma seriedad levantándolo del lomo y dejándolo sobre el suelo.

—Disculpa sus necesidades biológicas, no puede evitarlo. —explicaste con un tono pícaro, admirando su torso semidesnudo con deseo— Tampoco yo puedo. —confesaste acariciando un mechón de su largo y suave cabello.

Su mirada oscura e inexpresiva dejó de transmitir sensaciones de peligro. Las cosas raras habían definido tu vida desde la infancia, nunca pudiste adaptarte a la sociedad debido a tu apariencia exótica.

En él podías ver una pequeña esperanza, pues también era extraño, diferente y no parecía afectarle el rechazo social, ni las normas, aún así, era capaz de disfrutar la compañía de alguien siendo él mismo. Desde ese punto de vista, ser un Zoldyck ya no sonaba tan descabellado.

Illumi hizo lo mismo con tu cabello y retiró los mechones plateados que cubrían parte de tu rostro, enfocado en el brillante color azul de tus ojos que aún en la penumbra de la sala resaltaban bajo la iluminación de la televisión pausada.

Rodeó tu cuello con su mano izquierda y presionó de forma sutil. Como si intentara asfixiarte. Luego bajó un costado de tu camisa exponiendo uno de tus hombros para lamer tu cuello.

Te mordiste el labio inferior ahogando un quejido placentero. En cualquier momento terminarías montando su cadera. O eso soñabas.

Maldijiste a quien fuera el responsable de haber arruinado el momento con su insistente molestia al teléfono del asesino.

—Un momento, tengo una llamada. —recobró la postura un segundo después de haber dejado sus dientes marcados en tu piel. —¿Sí? ¿qué tal? dime. —Escuchó atentamente, lo cuál te causó una extraña incomodidad por la forma "amistosa" en que había contestado— Está bien. Voy enseguida.

Sabías que no era de tu incumbencia y probablemente fuera información confidencial, pero ese mounstro imprudente de los celos que habitaba en tu alma despertó.

—¿A dónde vas? —Ni tú podías creer que le estabas cuestionando algo tan obvio y aún así, querías escuchar la respuesta que ya sabías.

—Tengo trabajo que hacer. —contestó poniéndose de pie y acomodándose la ropa sin agregar nada más.

—Pero, ¿y lo que estabamos... —te detuviste al darte cuenta de lo egoísta que podías sonar al pedirle que se quedara.

—¿La película? después terminamos de verla. —propuso ingenuamente sin notar tu repentina tristeza mientras cubrías tu hombro de nuevo.

—Yo... me refería a... —Dudaste si él realmente era diferente. Recordaste cómo otras personas con las que estuviste te dejaban de hablar luego de acostarse contigo, te dolió pensar que él haría lo mismo.— Bueno, vete.

Inevitablemente, te quedaste en completa soledad, mirando la pantalla pausada donde el asesino decapitaba a la única persona que quiso ser buena con él.

—¿Qué esperabas, idiota? —le dijiste a la televisión y Koko te miraba confundido. —Es el asesino.

¿Quién duerme en mi patio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora