6.- No quiero morir

1.5K 212 24
                                    

—Me dolió el cuerpo de sólo escucharlo. —balbuceaste mientras paseabas junto a tu mascota por un parque poco concurrido al atardecer— ¿No te parece terrible, Koko? prácticamente dijo que va a violarme hasta que le dé un niño albino, no gracias, por eso te adopté a tí, eres mi perrhijo. Oye, Koko, tú también tienes el pelo blanco, ¿no tienes ganas de ser el heredero Zoldyck?

Koko te ladró ofendido.

—Es broma, no te pongas así.

—¿Ahora hablando con animales? cada vez te pareces más a un alien. —insultó un ex compañero de clase que solía molestarte por tu apariencia y por el cuál terminaron expulsándote ya que le habías roto la nariz a patadas.

—Gracias por el cumplido, tú cada día te pareces más a Voldemort. —respondiste sin miedo, pero al girarte notaste que el chico venía acompañado de otros dos.

—Chicos, enseñémosle modales a la rata albina. — sugirió uno de los presentes, alertándote a salir huyendo, tres eran demasiados para defenderte sin ayuda. 

No pudiste avanzar muy lejos, pues a Koko le costó seguirte el paso y lo atraparon.

—Hey, miren, escupió una bola de pelo, qué asco. —expresó el tercer chico agarrando al perrito por el cuello, lo cuál te hizo enfadar y te lanzaste en contra suya para golpearlo.

Sin embargo, no era más que un señuelo para que los otros dos te tiraran al piso bocabajo, amordazando tus manos con la cuerda de paseo de Koko y metiendo una bolsa de plástico en tu boca.

—¿Quién quiere ser el primero en entrar? —invitó a los otros dos nalgueando tu trasero.

No podías gritar y los ladridos de Koko empeoraban la situación, nadie podría escucharte en medio de un parque solitario al anochecer.

—Más te vale ser virgen, fenómeno.

—Quiero ver si su vello púbico también es blanco o sólo se decolora el cabello.

Si había algo que se te daba bien desde la infancia era la defensa personal. Debido al tipo de gente que solías atraer, tuviste que aprender a pelear y aunque aparentabas ser débil, en ese momento tu coraje fué mayor a tu miedo.

Con una pierna libre golpeaste la cabeza del que te sostenía las manos y te diste la vuelta para darle un cabezazo a otro.

El chico que te molestaba sabía que irías contra él y sacó una navaja de su pantalón con la que amenazó cortar el cuello de tu perro.

—Atrévete a pegarme y tu bola de pelos lo pagará.

Apretaste los dientes sin saber cómo actuar de forma que Koko no saliera lastimado, tiempo suficiente para que te golpearan detrás de la cabeza y cayeras al suelo por segunda ocasión.

Un líquido caliente recorrió tu cuello y supiste que estabas en graves problemas, brotaba sangre del golpe. Poco a poco ibas perdiendo la conciencia hasta que te desmayaste.

—¿Se murió? —te movió el tipo con el pie —le dí muy fuerte, pero se lo merecía.

—Creo que sigue con vida, nos acusará con la policía si despierta.

—Esperen, tengo la solución. Llamaré a alguien, denme un segundo. —dijo el chico soltando al perro, quien corrió a lamer tu mejilla, poniéndose a llorar.

Tras unos minutos, apareció en escena el sujeto al que habían llamado, dándole escalofríos a los otros dos chicos.

—¿Contrataste un asesino?

—Era la única forma de deshacerse del cuerpo sin dejar rastros. —justificó el chico —Oye, ahí está la víctima, termina de matarla y destruye la evidencia, ya te hice el depósito a tu cuenta. —ordenó señalando tu cuerpo.

El asesino no movió ni un dedo, permaneció de pie, observándote y de pronto, Koko lo reconoció y comenzó a llorarle, confirmando la sospecha de quien era su víctima.

—¿Qué esperas? no tenemos toda la noche, ¡cumple tu parte! —exigió el chico, recibiendo como respuesta cinco agujas en el rostro que deformaron su cara y su cerebro, matándolo al instante.

—Listo. Ya maté a alguien, gracias por contratarme. —dijo Illumi dirigiéndole una mirada vacía a los otros dos que salieron huyendo sin éxito, pues más agujas los atacaron por la espalda, explotándoles la cabeza.

Tu cuerpo fué levantado y cargado con cuidado, al igual que sostenía a Koko en su otro brazo para llevarles de regreso a casa.

Por último, miró el desafortunado cadáver de su contratante y le dedicó una expresión de desagrado.

—Yo no asesino a los que considero parte de mi familia.

¿Quién duerme en mi patio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora