18.- Me dió el corazón

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—¿Porqué hay tantos de estos alfileres en su ropa? —Tu lavadora se había descompuesto por no revisar adecuadamente las prendas. —Y encima ni siquiera se queda a desayunar, qué hombre más extraño.

Te preguntabas si ya eran oficialmente novios o el asesino cambiaría de planes después de descubrir que tener intimidad contigo no era la gran cosa.

—Es mi culpa. Yo apresuré el momento. Puede que le haya dado asco que yo no fuera tan inocente como parezco. —Te reías para no llorar— Bueno, él se lo pierde. No voy a lamentarme por un tipo que no sabe la diferencia entre una sábana y una capa de tierra.

Con todo y tus quejas, terminaste de sacar las agujas de la ropa para meterla en la secadora.

—He querido preguntarte algo desde hace rato. —dijo Hisoka, su compañero temporal de misión, apuntando la ropa que llevaba puesta, una pijama que evidentemente no le pertenecía.

—Ah, ¿esto? —entendió Illumi sin necesidad de escuchar la pregunta. — Anoche dormí en casa de mi pareja.

—¿Eh? ¿Cómo dices? ¿Ya tienes pareja? —preguntó incrédulo.

—Sí. Ya sé lo que es, anoche casi tuvimos sexo en su bañera.

—Me impresionas. Creí que no te interesaba el placer sexual. De hecho no pensé que te interesaran las relaciones en general. ¿Eso significa que tengo una oportunidad de ser más que tu aliado?

—¿Quieres que te mate?

—Ya. Eso lo responde.

Habías salido al centro comercial con el fin comprar víveres y llevar a Koko para su desparasitación de temporada. El sol parecía brillar intensamente y el viento era fresco.

—Muchas gracias por atender a mi perro, ¿cuánto le debo? —Abriste tu cartera con la intención de sacar el efectivo que se te pidiera.

—No es nada, para usted es gratis. —respondió el cajero de la tienda de mascotas, temblando de miedo.

—Oiga, ¿se siente bien?

—Desde luego... —tragó saliva dirigiendo sus ojos por encima de tu hombro. —Los Zoldyck no pagan.

Detrás de tí, estaba él.

—¡Hey, Illuminado! ¿Qué haces aquí? No me digas que vas a matarlo. —dijiste haciendo que el hombre se ocultara aterrado bajo una mesa.

—No. —Respondió sin más. Avanzando a tu lugar con la mirada fija en tus ojos.

—¿Oíste eso? el señor me cree parte de los Zoldyck. —te reíste con aquella confusión, puesto que nunca alguien se había espantado con tu presencia.

—Lo eres. —confirmó de forma inesperada. Extendiendo la palma de su mano para tomar la tuya. —Tengo un regalo para ti.

—¿Un regalo?

De pronto, un objeto húmedo y cálido de suave palpitar fué puesto sobre tu palma abierta.

Al ver lo que era, tu corazón se aceleró con el mismo horror que el de aquél pobre cajero.

—Es el corazón de mi víctima de esta mañana. ¿Te gusta?

—To...todavía está lat...latiendo... —murmuraste sudando frío.

—Es posible gracias a una de mis agujas especiales.

—Te dije que nada de agujas.

—No usarlas contigo fué la condición.

—No sé qué decir, jamás me habían regalado algo así. —las comisuras de tus labios se elevaron y tus pupilas se dilataron haciéndo brillar tu mirada.

—Oh, eso es una sonrisa. —aplaudió una sola vez, satisfecho con el resultado. —Entonces sí te gustó.

—Esto podría ser... —pensaste al sentir esa gran emoción en tu pecho— ¿la manera en la que un asesino demuestra sus sentimientos? ¿Illumi está tratando de decirme... que me quiere?

Mientras tanto, a unos metros fuera de la tienda, sentado en un café y ocultando el rostro detrás de un periódico. Su compañero Hisoka se rascaba la cabeza con vergüenza.

—Le dije que le entregara el corazón... pero era una metáfora...

¿Quién duerme en mi patio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora