8.- Porqué amigos no

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—Sí, mamá, yo te dije, pero no me creías. —al día siguiente la llamaste por teléfono para decirle que estabas bien y que no se asustara con el zombie.— ¿Cuándo vas a regresar?

—No pienso volver, la casa está embrujada, la pondré en venta y te mudaras conmigo y tu padrastro. Me da miedo que ese hombre te vaya a hacer algo.

—No, no quiero mudarme, te juro que Illumi no hace nada, es como una estatua. Siempre está todo tieso.

—¿Quieres decir que siempre está cachondo? ay, no, ¿entonces sí te casaste con él? ¡tienes 16 años!

—No digas eso, era bromita, sólo somos amigos ¡y tengo 19! bueno, adiós. —colgaste antes de que te diera más vergüenza.

—No somos amigos. —dijo Illumi  seriamente, de pie a un metro de ti.

—Solo dije eso para que no se preocupe, está bien si no quieres relacionarte conmigo, lo entiendo, ¿porqué alguien querría?

—Me refiero a que está prohibido. Los asesinos no tenemos amigos ya que corremos el riesgo de ser traicionados debido a las muertes y dolor infringido a otros. Es normal guardarle rencor a un asesino, después de todo, nuestra labor es acabar con la vida de otros y lo mejor es no tener amigos para evitar fallar en nuestro trabajo.

—Me cuesta un poco creer que seas tan malvado como dices, tienes la cara de un lindo muñeco de porcelana.

—¿Soy lindo? ¿eso es lo mismo que sexualmente atractivo? —se interesó Illumi acercándose a ti.

—Siento que si te respondo eso, vas a decir algo fuera de lugar. —pusiste tus manos como barrera sobre su pecho— Pe...pero volviendo al tema, si yo te prometiera no traicionarte, ¿serías mi amigo?

—No. —respondió inmediatamente arrinconandote contra la pared, manteniendo su rostro tan cerca del tuyo que podías escuchar su respiración— Tú y yo no necesitamos ser amigos.

—¿Sabes algo? las personas normales suelen amistar aunque sea un poco para conocerse antes de decidir si quieren casarse o no. —tragaste saliva, aflojando los labios y esperando que él tomara la iniciativa.

—Tendremos mucho tiempo para conocernos después. —aclaró acercando su mano derecha sobre tu cuello, apartando los  mechones blancos detrás de tu oreja.

—¿Al menos te gusto? ¿sientes algo cuando estás cerca de mí?

—¿Algo? ¿cómo qué? ¿ganas de estrangularte?

—¿Qué demonios? ¡no! como, eh, si quisieras... —te ruborizaste mirando al suelo siendo incapaz de usar esas palabras teniéndolo tan cerca— ya sabes, no te hagas.

—¿Qué cosa? ¿puedes decirlo directamente? no entiendo.

—...Follar, coger, tener sexo, coito, relaciones sexuales, joderme, eso. —susurraste llevando tus ojos involuntariamente hacia su entrepierna.

—¿Todo eso? —se confundió el asesino, arqueando una ceja.

—Es lo mismo. —contestaste en voz baja siendo tú quien diera el siguiente paso, besando su cuello suavemente varias veces, hasta que sentiste la necesidad de dar una pequeña mordida.

Esa sensación invasora en su piel lo obligó a soltarte.

—¿Qué sucede? —te preocupó su reacción y trataste de alcanzar su mano, pero nuevamente se apartó.

—Intentaste comerme.

—Ese es el punto de esto, comernos, pero no literalmente, ¿no eras tú el que estaba fregando que me acueste contigo?

—¿Nos estamos acostando? ¿y porqué estamos de pie?

—No puede ser, eres virgen, desgraciado.

¿Quién duerme en mi patio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora