Eccedentiast

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N/A:
¡Hola! Al fin pude terminar este capítulo, estuve baja en inspiración y energía, pero poco a poco iremos entrando en terrenos más... interesantes. En fin, ¡espero que les guste esta parte!

Parte 9:
Eccedentiast*

* El que finge una sonrisa. O el que sonríe mientras sufre.

Ponerse suéter con el calor que tenía fue horrible, pero a la velocidad que iban en la moto, el viento traspasaba la ropa

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Ponerse suéter con el calor que tenía fue horrible, pero a la velocidad que iban en la moto, el viento traspasaba la ropa. Aunque también era refrescante. Una cosa que si no le agradaba, era tener que abrazar al mayor, pero entendía que era necesario si no quería caerse. Esta vista le recordaba al modo creativo, donde podías moverte libremente y sin hacer mucho esfuerzo. Avanzaban hacia su destino, y él no tenía que hacer nada más que sostenerse.

Miraba las calles y el paisaje parisino que pocas veces le había parecido tan interesante, ahora le resultaba fascinante. Una pequeña, ilógica y egoísta parte de él quería que esto fuera su normalidad. Qué al salir de su clase de defensa personal, Roland le llevara en moto a su trabajo. Tal vez cuando terminara su especialidad, ahorraría para comprarse una moto él también. Para su desdicha, pronto llegaron a la cafetería donde trabajaba. Se bajó, y le extendió el blanco casco al rubio.

— Gracias por traerme. — Dijo desviando la mirada.

— ¡Fue un placer! — Dijo guardando sus cosas en la caja negra en la parte posterior de la moto. Todo esto bajo la confundido mirada del de ojos azules.

— ¡No me mires así, quiero conocer donde trabaja mi nuevo amigo! — Dijo pasando su brazo por encima de los hombros del menor, guiándolo a la entrada. Vanitas se quejó, tratando de no demostrar la incomodidad que sentía por el contacto ajeno, y abatido se dejó guiar hasta poder entrar al local.

— ¡Vanitas! ¡Llegas...! ¿Temprano? — Gritó el jefe deteniéndose al notar que es su empleado llegaba de hecho ocho minutos antes.

— Dante, pide un deseo. ¡Vanitas llegó temprano! ¡Iré a comprar un boleto de la lotería, esto es una señal! — Bromeo el jefe. Dante solo se rio del otro lado del mesón, pero se detuvo abruptamente al notar al chico que tenía a Vanitas abrazado por los hombros.

— ¿Tú eres amigo de Vanitas? ¡Pasa adelante, pide lo que quieras! Vanitas invita.

— ¿¡Qué!? — Alarmado el de hebras oscuras le lanzó una mirada inquisitoria a su jefe, quien con la mirada lo mandó a trabajar.

— Ve a sentarte, ahora iré contigo. — Dijo derrotado.

— ¡Oki! — Dejando un rastro de brillitos en el aire, el rubio fue a buscar una mesa.

Inmediatamente se le acercó Dante a su compañero.

— Habla.

— Vamos a los casilleros. — Dijo el de cabello largo.

Café Lune | Vanoé/NoevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora