Un día lluvioso, Noé entro al café buscando resguardarse de la tormenta. Desde aquel momento, ese se convertiría en su café favorito de todo Paris.
#6 en Noearchiviste 15/11/21
#33 en Vanitasnocarte 15/11/21
#27 en Vanitasnocarte 22/11/21
#18 en Van...
N/A: Pequeño extra por si alguien se preguntaba qué pasó con Roland después de que Vanitas lo echo de su apartamento. Y con esto me da un poco más de tiempo a preparar la próxima parte (pinches parciales...) 😅
Parte 10.5: ¿Y qué pasó con Roland?
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Al salir del edificio, Roland se empezó a arrepentir de su decisión. Según la cruz de la farmacia en la esquina, estaban a 12 °C, y no es como si necesitara comprobarlo, pues sentía el frío que hablarle hasta los huesos. Lamentablemente era muy tarde para regresar, ya había tomado su decisión. Además que la puerta se había cerrado y no se sabía el código para abrirla. Se armó de ánimo, y empezó a caminar hasta la estación de metro más cercana.
Tuvo que parar a preguntarle a la gente cómo llegar, y una señora amablemente me indicó la dirección. A los 20 minutos, ya se encontraba en la parada de la línea 13. En sus revueltos recuerdos de la noche pasada, recordaba haber agarrado en la línea cuatro, por lo que se extraño de ver aquella línea tan cerca. Bajó las escaleras, y ahí se recordó que no tenía su Navigo o si quiera su billetera para pagar un ticket. Encendió su teléfono, notando que estaba en 1% de batería. Si se apresuraba... Con rapidez se acercó al chico del puesto de información, pidiéndole un ticket. Roland con cada milisegundo que se tomaba el chico, sentía como su desesperación aumentaba. Cuando el chico finalmente le pasó el POS para pagar, el rubio desbloqueo con rapidez el teléfono, metiéndose a la app de Wallet para pagar el ticket. Sin embargo, el teléfono se apagó antes de poder pagar. El color se le fue el rostro, y estuvo a punto de gritar, pero el chico apiadandose de él, le regaló el ticket.
— ¡¿En serio?! ¡Muchas gracias, eres un ángel! ¡Que Dios te bendiga!
Feliz, logró pasar y tomar el metro hacia Concorde. Se la pasó con el dolor de cabeza todo el camino, y por mucho que quisiera tratar de hacer memoria sobre la noche anterior para entender lo que pasó esta mañana, el dolor se le impedía. Al llegar a Concorde, se dirigió a la línea uno que lo llevaría a bastilla. Mientras esperaba, notó que eran las 8:40 de la mañana, eso quería decir que Olivier debía seguir en el gimnasio. Si no es que se levantó algo tarde por respeto a alguna compañía nocturna, y acababa de salir al gimnasio. Una parte de él quería estar equivocado, pero la otra le hacía recordar que muy probablemente sería así. Conocía demasiado bien a su amigo. Una triste sonrisa apareció fugazmente en su rostro, pues el rubio la borró al notar que finalmente llegó a Bastilla. Viendo que tendría que esperar a que el de hebras oscuras volviera, decidió salir por una salida distinta. Pasaría buscando si alguien no había tirado un abrigo por ahí. El aire frío del exterior entrando por la salida del metro le hizo avanzar más rápido, y terminó trotando por las calles.
No estaba tan alejado de su apartamento cuando encontró un montón de ropa sobre saliendo de una caja. Se acercó a examinar el contenido de la caja, encontrando tela cortada, diseños sin terminar, y finalmente un abrigo que parecía imitación de una Yucata celeste con nubes. Tenía la tela ligera celeste, con una tela blanca y aterciopelada por dentro. Era algo larga, y justamente de su talla. Se la puso y hasta le llegó a medio muslo. Le gustó, y decidió quedársela. Durante el camino a su departamento se puso a pensar en posibles combinaciones de la ropa que tenía para crear el "outfit supremo". Para cuando se dio cuenta, había llegado ya a la entrada de su edificio. No espero más de 10 minutos antes de ver la figura elegante de su amigo caminando hacia él.
— ¡Olivier! Buenos días, o debería decir tardes. ¿Te levantaste tarde para ir al gimnasio?
— Digamos... ¿Y tú? ¿Tu compañera no te dejo cargar tu teléfono o el tiempo de sacar tu abrigo? ¿O debería decir acompañante? — respondió con acidez.
— Touché. Pero al menos conocí a alguien interesante, y encontré un abrigo bonito.
— ¿Encontraste? — dijo al ver como el rubio daba una vuelta frente a él, mostrándole el abrigo.
— Si, unas cuadras de aquí habían una caja con telas, y este abrigo.
— Seguramente fue el proyecto fallido de un estudiante de moda.
— Pues a mi me gusta, y espero topármelo para decírselo personalmente.
— Como digas... ¿Vamos a entrar o nos quedaremos aquí charlando en el frío? — cambió el tema el de largo cabello.
— Eh... No tengo llaves.
— ¿Ah? ¿Por qué? ¿Las perdiste otra vez?
— Están seguramente en mi abrigo.
El otro suspiró, sacó las llaves y abrió la puerta. Como era un edificio algo antiguo, tenían que usar una llave más para abrir la puerta de la entrada.
— ¿Qué más dejaste "olvidado" donde pesaste la noche? — preguntó irritado subiendo las gradas.
— Mi billetera y mi Navigo.
— No puedo creerlo.
Abrió la puerta de su apartamento compartido al llegar al tercer nivel, y directamente fue a prender la calefacción.
— ¿Si quiera sabes como contactarlo para que te regrese tus cosas?
— ¡Nope! — respondió con sinceridad.
— ¿Carrera?
— Ni idea.
— ¿Grupo social? ¿Campus? — sentía que el ojo le saltaba por el estrés de ver cómo su despreocupado amigo no cooperaba en nada.
— Nada.
— ¿Al menos sabes su nombre?
— Sip.
Olivier se le quedo viendo, como esperando saber la identidad del chico "interesante". Pero se rindió al notar que Roland no le iba a decir aunque lo siguiera interrogando.
— No sé que esperaba de alguien como tú. Eres tan olvidadizo que ahora hasta yo tengo que pagar las consecuencias de tus olvidos.
— Pues no soy el único que olvida cosas aquí. — dijo burlonamente al haber encontrado algo sobre la mesa del comedor.
El rubio le mostró un llavero con tres llaves demasiado rosa para el gusto de Olivier, y un pequeño papel con un nombre y número de teléfono.
— Parece que te rodeas de pura gente olvidadiza Olivier... Voy a bañarme yo primero. — comentó tras un breve silencio.
El de ojos verdes solo pasó tirando el abrigo a su cuarto, y directamente se metió al baño. Inmediatamente su sonrisa desapareció, y el agua cayó incluso con la regadera apagada.
Mientras tanto, Olivier solo podía maldecir por lo bajo. Arrugó el pequeño papel, queriendo deshacerse de él de muchas maneras. Pero se contuvo, puesto que lo único que sabía de la chica de ayer era su aspecto. No creía que pudiera ir por ahí preguntando por una rubia alta de ojos verdes que había asistido a la fiesta. Así que se resignó a guardarlo en su bolsillo, y sacar un cigarro. Necesitaba fumar para calmarse, recordó abrir la ventana, puesto que no quería que Roland volviera a molestarlo con que el olor se pegaba en su ropa y otras tonterías.