Bohemia.

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N/A:
¡Feliz Año Nuevo! Espero que se la hayan pasado bien. Y que disfruten de esta nueva parte de la historia.

Parte 2:
Bohemia.

A pesar de que hacía poco había desaparecido la tormenta, los habitantes de la capital francesa estaban gratamente sorprendidos de ver el cielo despejado. Aprovechando el buen clima, la gente decidió caminar o ir en bicicleta a su trabajo. Los adolescentes corrían un poco más felices a sus escuelas, y los niños se balanceaban en los juegos infantiles de los parques. El buen humor colectivo hizo aumentar la dicha del recién salido albino, que al igual que los demás, había decidido irse en bicicleta.

Al estar a unas pocas cuadras de su trabajo, encontró la estación de bicicletas rentadas. Y mientras devolvía la suya, no pasó desapercibido un olor que le resultaba familiar. Como si de un perro se tratase, se dedicó a buscar de donde provenía ese olor. Finalizó su búsqueda al ver como un peli-negro pasaba corriendo frente a él. Trastabilló un poco al llamar a la sombra qué pasó hace medio segundo delante de sus ojos. Este, sin parar de avanzar en dirección al Café Lune, se giró para saludar al mayor con una sonrisa cansada.

— ¡Noé, buenos días!

Y sin más siguió corriendo. Noé, algo eclipsado por el rápido e inesperado rencuentro, sonrió embobado. Iba a comenzar a caminar, cuando una mano se posó en su hombro, causándole un sobre salto. Volteo a su izquierda, encontrándose con unos ojos ámbar que le miraban pícaramente.

— ¡Amanecimos de muy buen humor! ¿Quién es el o la afortunada?

El albino casi se ahoga con su propia saliva, jamás se acostumbraría a los comentarios sagaces de su amiga de la infancia, y compañera de trabajo. Dominique siguió con su interrogatorio unas cuadras más, pero solo recibió sonrojos y palabras incomprensibles. La chica, a pesar de hacer sus prácticas en el mismo lugar que el más alto, se encargaba de otra área en el cuarto piso. Por lo que le propuso que le contara más sobre la misteriosa persona en el almuerzo.

El de ojos amatistas a penas si pudo dejar sus cosas en su casillero, puesto que su jefa había recibido un encargo importante y de última hora.  La oficina que normalmente transmitía paz y tranquilidad, se vio zambullida en el caos por parte de los desdichados trabajadores. Su idílica mañana se le había escurrido entre los dedos como el agua. Su martirio terminó a medio día, cuando la jefa les mencionó que la otra parte del pedido se realizaría por sus compañeros del cuarto piso.

Suspiró fuertemente al dejarse caer sobre su silla giratoria, era la primera vez en toda la mañana que se sentaba. Realmente le deseaba suerte a su amiga, quien se vería en el mismo martirio en poco tiempo. Estaba agotado, y a penas habían pasado unas cuantas horas desde que llegó. Pensó por unos segundos que tal vez podría aprovechar este tiempo libre para estudiar un poco. Pero rápidamente se desilusionó al ver a una compañera con varias carpetas en los brazos.

— Buenos días Noé, la jefa me pidió que te entregara estos pedidos del mes pasado. Dice que no se encuentran el la base de datos, y que deben ser archivados lo antes posible.

Traducción: Hazlo para ya mismo. Con pesadez, el más alto recibió las carpetas, notando lo pesados que eran. Antes de abrir la boca para agradecer, la chica delante suya comenzó a desvariar, como era usual.

— Ah, es una lástima que justo este día nos toque tanto trabajo. Me hubiese gustado disfrutar del buen clima. — Dijo viendo tristemente el paisaje por la ventana.

Al estar cerca del Arco del Triunfo, podían apreciar mejor el monumento y las calles transitadas mayormente por turistas. Se acercó él también a la ventana, paseando sus ojos por la avenida. Sus ojos se abrieron con sorpresa cuando se fijó que un loco mesero se había montado en la parte trasera de un camión cargado con café y otros productos, seguramente destinados a la tienda donde trabajaba. A pesar de que no iban rápido, este se había parado para dejar que el viento le pegara directamente en la cara. Su oscuro cabello ondeaba en el aire, y en su rostro una pequeña pero bella sonrisa se pintaba. Si buscara la definición de libertad, estaba seguro que encontraría una foto de aquel mesero encima del camión. Sin poderlo evitar, una traicionera sonrisa se coló en sus facciones, además de un leve tono carmesí que fue captado por unos ojos castaños a su lado.

Café Lune | Vanoé/NoevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora