Sin escapatoria

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Intentó mantener la respiración, había un caos en todo el museo, el hombre que seguía prendado del cuello de su compañero lo había ignorado; la gente corría, gritando por ayuda, algunos lograban salir, otros terminaban el piso y aplastados por los demás; Erick corrió a toda prisa, cruzando el jardín y viendo una sala de exposición cerrada para el público, revisó a los lados, los atacantes estaban distraídos cazando a las demás personas, llegó a la puerta, notando que no había seguro, entró y cerró lo más silencioso posible, dentro se vio rodeado de una sala en construcción, era una exposición que saldría el siguiente mes, pero ya se estaba preparando, con madera por todos lados, escaleras, pintura, anotaciones en cuadernos tirados junto a todo el material para construir.

Respiró profundamente, no quería entrar en pánico. ¿Qué estaba pasando? ¿No se suponía que sería un día tranquilo? Puso su celular en silencio y guardó los audífonos en su bolsillo, intentó calmarse, tenía que salir de aquí, mientras pensaba eso, ponía seguro a la puerta, por más que quisiera huir, era suicida, el siquiera pensar en dejar el museo era tonto.

Lo peor, el dolor de cabeza y cuello no habían cesado. Tenía náuseas debido a ello. Su cuello ardía como si a él fuera a quien le estuvieran enterrando tan aterradores dientes.

     —¿Qué demonios? —Susurró para sí mismo, quería llorar—. Me duele tanto...

Revisó la pantalla del celular, había señal, bajó todo el volumen y buscó noticias con conocidos o en páginas, al haber red, se pudo enterar de muchas cosas, entre ellas, que el museo estaba en caos, podía escuchar todo el escándalo desde su escondite, pero verlo con fotos y videos que eran tomados del exterior, daba un giro a todo...

¿En qué clase de película apocalíptica había entrado? Policías por todos lados e incluso llamaban a los terroristas a salir antes de que abrieran fuego, más Erick temía que nadie supiera lo que en realidad sucedía. No creía que unos simples agentes fueran a hacerles algo.

Afuera no estaba mejor que ahí, había noticias por todos lados que no dejaban de actualizarse minuto a minuto y que cambiaban el panorama constantemente.

No era el museo el único que se encontraba bajo el ataque de lo que llamaron, personas de gran fuerza y dientes afilados, y que, para terminar un poco de rematar la situación, no eran tantos, se estimaba que dentro del museo había veinte atacantes, tan pocos para suprimir a la guardia del museo y atacar a más de dos mil personas dentro en cuestión de segundos. Afuera era distinto, había más, docenas, pero seguían siendo menores a comparación de todo el despliegue militar que Erick lograba ver entre cambio y cambio de noticias en línea.

Cuando iba a dejar el celular en paz, un mensaje llegó, era de su madre, de la apuración, había escrito mal todo, para no asustarla y también no delatarse por sus sollozos, le respondió con un sencillo: Estoy bien y por favor busca donde refugiarte, me encuentro escondido y no sé si podré salir pronto. Cuídate, te quiero.

Esperaba que su madre pudiera correr con suerte, porque... A este paso todo se colapsaría.

Fue hasta la esquina de la sala, no encendió las luces y la única ventana que había, estaba sellada para que nadie se asomara a ver la sala nueva. Si salía, estaría en peligro, si se quedaba, podía ser atrapado, ¿qué demonios? No sabía qué hacer, los minutos que pasó escondido se ponía de peor ánimo, miró el celular, su madre miró el mensaje, pero ya no contestó de vuelta. No tenía contactos más allá de personas del salón con las que casi no hablaba y, además, venían con él, ninguno daba señales de vida en las redes, lo cual presagiaba el destino fatal de la mayoría.

Estaba hecho un ovillo, ya no salían las lágrimas que derramó en silencio o intentando hacerlo. Intentaba no pensar en nada, escuchando como afuera reinaba el caos, gritos y risas de los que atacaban, algunas veces se oían lejanos, otras incluso eran fuera de la sala, esto último lo ponía en alerta máxima, su cabello se erizaba del miedo, temblaba y a veces soltaba largas exhalaciones debido a que dejaba de respirar para no llamar la atención de nadie.

Quería regresar a casa, quería que todo fuera un mal sueño, una pesadilla tan terrible que al abrir los ojos, lo olvidaría por el shock.

**********

Fueron dos horas, cada cinco minutos revisaba su celular, no obtuvo un nuevo mensaje de su madre, las noticias habían ido cesando, como si no estuviera pasando nada, esto preocupó aún más a Erick. Ya estaba atardeciendo, el ruido en el exterior se había calmado también. Se acercó con mucho cuidado a la entrada, pegó su oreja a la puerta, parecía que se habían ido, o tal vez seguían, pero lejos. Con cautela, quitó el seguro de la puerta, abrió un poco, había gente en el suelo, pero no encontró rastros de los asesinos, únicamente sus huellas sangrientas permanecieron.

Seguía temblando, salió y avanzó, adentrándose más en el museo. Intentaba mirar al frente, ignorando los cuerpos inertes que quedaban en el camino, el olor de la sangre era demasiado penetrante. Pasó por esculturas, cuadros, todos manchados de carmesí.

Mientras corría, había terminado en el suelo, resbalando con la sangre y manchándose de esta misma, el olor tan fuerte lo hizo querer vomitar, lamentablemente, no tenía tiempo para eso, se tuvo que volver a poner de pie y seguir hasta un cartel en una puerta que decía personal autorizado, ignorando el letrero, se apresuró a entrar y bajar las escaleras que tenía enfrente. Su respiración era agitada y las lágrimas volvieron a llenar su rostro, que ya se encontraba con pintado con la sangre ajena.

No eran muchos escalones, tal vez entraría a salas con herramientas o cuadros que aún no estaban en exposición, había un gran pasillo con luces encendidas. Esta tranquilidad no lo relajaba, lo tensaba hasta el grado de que sus músculos dolían como si hubiera hecho una maratón, respiró varias veces antes de volver a retomar su avance.

Sus pequeños pasos cargados de miedo hicieron eco en el solitario pasillo, estaba tan cerca de llegar a la salida de emergencia...

Alguien agarró del cuello a Erick por las espaldas, se escuchó una ligera risa seguida de un silbido.

     —Se nos ha colado un pequeño ratón.

     —¿Uno? Creí que ya habían limpiado toda el área.

     —No fue así, míralo, está entero, ni una herida. Avisa a los demás, hay que revisar que en verdad esté limpio o seguiremos encontrando ratones, tal vez cucarachas.

     —Llévalo, nos va a servir para conseguir algo de terreno en la competencia, entre mejor conservados estén, mejor es la paga.

     —Ya lo oíste, nos sirves así como estás, espero que tengas buena sangre. 

El contrato de la flor escarlata sin nombre (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora