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—Adrianne. ¡Adrianne!
El joven salió de sus pensamientos, volteó a ver a la mujer llamada Dalia, asintió un poco, seguía algo desorientado, el mes de agosto no era muy bueno para él y todos lo sabían.
—Te ves un poco pálido, deberías descansar un poco. Le diré al joven maestro que será mejor suspender la celebración...
—No te preocupes —Miró a su compañera, sonrió un poco—, no es nada, perdona, recordé algunas cosas del pasado y eso me distrajo de mis deberes. En cuanto a la celebración, ya les dije que prefiero algo pequeño, yo no soy la gran cosa para estar de fiesta.
—No digas eso, Adrianne; ya todo está bien, ¿no es así? Estamos aquí, vivos, todos nosotros, los que logramos salir de la cadena de-
—Dalia, sé que te cuesta hablar de eso, no te pidas más, está bien. Gracias por tu apoyo.
Adrianne sonrió un poco, era verdad que ellos estaban bien, pero el exterior era una cosa muy distinta, sólo su región era amigable con los humanos. Su amiga le correspondió la sonrisa.
—Sería mejor que vayas a dormir un poco, hay mucho qué hacer, ve, yo le haré llegar el mensaje al maestro. Sabes que no te negará el descanso, mucho menos sabiendo la razón. No te esfuerces de más, nos vas a preocupar si sigues así —Lo miraba con algo de preocupación maternal, habían estado juntos desde el inicio, Dalia se había encariñado con aquel joven preocupado por tener todo perfecto en casa.
—Gracias, Dalia, iré a mi habitación. Por favor, despiértame cuando el joven maestro llegue, así podremos comer algo de pastel.
—Claro que sí.
Erick, no, Adrianne, hacía cuatro años que estaba trabajando en ese lugar, bajo el régimen de los llamados vampiros. Nadie se esperaría que los atacantes de ese día eran eso, superiores en fuerza, habilidad y mentalidad, se tornaron muy diferentes las cosas y el derramamiento de sangre fue inevitable.
A decir verdad, su joven amo no los trataba mal, es más, dentro de las regiones dominadas por los vampiros nobles, los humanos y sirvientes directos del maestro eran la envidia, vivían bien e incluso se le siguió tratando con humanidad, claro que nunca pasaban desapercibidos.
Poniendo la situación en orden, el joven maestro, Vishanya D. André, era encargado de toda la parte sur del continente. Era visto como un extravagante sin remedio, con el particular gusto por los humanos, no sólo como comida. Tanto era su gusto que, los tenía bastante cerca, haciéndolos sus sirvientes, soliendo pasar todo su tiempo libre buscando más, aprendiendo sobre lo que hacían, qué les gustaba y cómo vivían antes de su mandato.
Vishanya, una persona que tiene a muchos súbditos humanos, en definitiva no era muy bien visto entre los suyos, era raro.
La parte que él gobierna se volvió el lugar soñado, la única condición para vivir en su región es simple, dar un pequeño tributo cada semana. Dar la sangre de manera voluntaria aseguraba vivir como se solía antes, no era nada impensable. Para los de sangre normal y especial, la región Sur se había vuelto un refugio de ensueño, donde podían andar sin miedo a ser atacados y si así fuera, de inmediato sería asesinado el agresor por no cumplir con lo establecido, ya que el vampiro tenía ojos en todas partes.
El mundo se vio envuelto en una batalla que los humanos no pudieron ganar, desde el inicio estaban peleando por algo perdido, incluso la clase más baja de estos vampiros tenía la fuerza de cinco a diez personas bien entrenadas, ni hablar de los rangos más altos que eran más de mil hombres; SS, S, A, B, C, D, E, y el más bajo, F, sin contar que a los humanos después de la situación, se volvieron el rango peor visto, Z.
Alrededor del mundo, se tiene estimado que hay por lo menos cuarenta vampiros con el rango SS, los nobles que gobiernan todo, no son muchos, pero tampoco necesitaban ser cientos para que su presencia fuera devastadora.
No está de más decir que aquel joven amo es clase SS, las circunstancias en las que Adrianne lo conoció, le hicieron devolver un poco de luz a su amarga vida, tanto así que, sus dolores de cabeza habían desaparecido, como si algo dentro suyo hubiera regresado.
—... —Entró a su habitación, al cerrar, se dejó caer al suelo, muchas cosas habían regresado a su cabeza, podía enfermar de tanto pensar en eso—. Debo trabajar...
Cerró los ojos con mucho esfuerzo, no quería soñar con aquel día, ni tampoco con los siguientes cuatro años que sufrió antes de ser encontrado por ese clase SS. De nuevo era catorce de agosto, ese día se cumplían ocho años, ese día cumplía veintiséis.
Se quedó dormido, recordando malas experiencias...
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—Uno, dos, y ahí va... —Aventaron al joven Erick a una camioneta, no era el único, había otras seis personas, atadas de pies y manos, no era necesario ponerles algo en la boca, todos estaban callados—. Ahora, guarda silencio y quédate quieto, así nos evitas las molestias de cortarte la lengua o las extremidades.
Al ser arrojado, Erick gimió un poco de dolor, pero después se quedó callado, aguantando el malestar de ser atado tan fuerte que su sangre no circulaba tan bien, del impacto, parece que se había lastimado, sumando a que su dolor de cabeza no había cesado, en cambio, estaba incrementando minuto a minuto.
Fueron muchas horas de estar atado y de no poder acomodarse, se sentía fatal tanto física como emocionalmente, las otras personas tenían un rango de edad de dieciséis a treinta años y mantenían una expresión de cansancio y terror. Él estaba entrando en un trance, su cuello ardía, con ligeras oleadas que parecían choques eléctricos.
Erick no podía ver a sus secuestradores, les habían dicho que mantuvieran la cabeza mirando hacia abajo o entre ellos, al primero que vieran voltear para verlos, sería asesinado como advertencia.
Siendo bajados a la fuerza, se vieron arrojados a una casa común, era tranquilo alrededor, nadie sospecharía que tendrían a gente raptada ahí adentro; con tanto caos en la ciudad, daba bastante igual.
La lluvia escondió todo rastro, se llevó consigo las huellas, la sangre y limpió los cadáveres que yacían en el suelo, dejando listos a los muertos para que los animales carroñeros se acercaran para poder comer.
—¡Gh! —Se levantó, sacudiendo su cabeza varias veces, intentando recuperar la respiración a su ritmo habitual.
—Buenas noches, mi querido Adrianne, espero que durmieras bien.
Sintió la mano de alguien más que conocido sobre su cabeza, es al único al que le permitía tocarle de esa manera.
—Adrianne... ¿Qué soñabas? Te ves agitado —El hombre se asustó más.
—Perdone por no saludar, joven amo —Abrió los ojos de inmediato, escuchar esa voz le ponía aún los nervios muy sensibles, tan profunda y suave, atrayente, al menos para él, no era nada malo, lo relajaba después de un rato—. Iré a trabajar, lo siento. Yo, sobre la celebración...
Se dio cuenta de que se encontraba en la cama y no en el suelo, aquella persona lo había llevado y arropado con mantas para no tocar de más. Quería sonreír, pero terminó por hacer una ligera mueca, al vampiro le divirtió.
Vishanya D. André, joven amo de la familia André; tez clara y cabello negro, contrario a lo que se cree, no tiene ojos rojos, sino unos grises muy claros, tanto que se vuelven parte de su atractivo, un vampiro extravagante que ama las tradiciones de los humanos porque se le pasó casi toda su existencia encerrado en una mansión escondida entre cientos de árboles; nadie sabía a ciencia cierta la razón para aislarse, no es que no quisiera salir del lugar, simplemente no creía que hubiera algo extraordinario en las afueras de su cómodo hogar y después de la muerte de su familia, creía que era la mejor decisión para retrasar algunas cosas que iba arrastrando del pasado.
Hasta que esa carta llegó y le pareció interesante ver cómo el usurpador de su lugar se jactaba del poder que había obtenido, no tenía planeado pelear, pero buscaba a alguien que conoció hace muchos años, en un destino que no sucedió; si el usurpador lo encontraba primero, volvería a ser un juego perdido para él.
Ese vampiro, de rango SS, era el amo de Adrianne.
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El contrato de la flor escarlata sin nombre (BL)
VampirPara Erick, su día comenzó como siempre, la rutina era natural, lo único especial era que cumplía años. El 14 de agosto, su vida fue cuesta abajo; aquella salida a un museo terminó en la peor pesadilla que sus ojos tuvieron la oportunidad de presenc...