El destino que nunca sucedió

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Todo fue como un largo sueño, al inicio fue un paraíso, después se tornó en una pesadilla en donde, irremediablemente, vería el final de su vida destinada y comprendió un poco la decisión que Vishanya tomó al cambiar tan trágica línea original. El pesar que recayó en Adrianne fue no poder ayudar a su querido maestro.

Desde que fue salvado de casi morir ahogado, Adrianne se convirtió de nuevo en el jefe de sirvientes, escalar no le fue difícil, parece que aquella conexión que ambos sentían había servido mucho, obteniendo total control de lo que se hacía dentro del palacio.

     —Alteza, le quiero pedir un favor.

     —¿Qué es lo que nuestro Adrianne necesita? —Vishanya dejó el sinfín de documentos apilados a un lado para prestarle atención al sirviente que le parecía sumamente atractivo.

     —Quiero revisar los alrededores, también quisiera ir a la ciudad. Conozco algunas personas... Podrían ayudarnos con el orden en las calles. Por favor, sé que estoy siendo codicioso, pero todo lo que hago es por su bien.

     —... —Vishanya vio al joven que estaba por arrodillarse—. ¡E-espera! Tampoco llegues a tanto. Está bien, confío en ti, ve.

     —Se lo agradezco, joven maestro.

Vishanya le dio libertad de salir y hacer negocios por su cuenta, no necesitaba de la vigilancia de nadie, su único acompañante en aquellos viajes donde el vampiro no podía acompañarlo era el perro infernal al que nombró Vincent, quien se encariñó con rapidez del pequeño jefe de sirvientes, si bien al inicio lo había visto como un aperitivo, ahora era como el segundo líder después del maestro.

Pasando entre varias calles, Adrianne fue visto como un objetivo fácil para ser asaltado. La delicadeza de sus movimientos lo hacían destacar en la ciudad llena de peligros. En los últimos años de la vida anterior, las zonas conflictivas habían escalado, era mejor no salir de noche, sin embargo, durante el día la ciudad parecía ser como la que recordaba antes de ser el esclavo de Marco.

La noche era tranquila, al menos para Adrianne quien no tenía miedo de la persona que lo seguía con pasos apresurados para no perderle el rastro. Su temor se fue cuando Marco lo utilizó como bolsa de alimento, esos años fueron aterradores.

     —Oye, tú.

El jefe de sirvientes se dio la vuelta.

     —¿Se le ofrece algo? La noche es muy oscura, sería mejor apurarse para ir a casa.

     —No te hagas el gracioso, vamos, dame el dinero —El hombre apuntó con un arma de fuego a Adrianne.

     —Lo siento, pero estoy en ceros —Levantó las manos, sonriendo como si nada de eso fuera peligroso.

Antes de hacer algo más, el pobre delincuente terminó en el suelo por otra persona más que había aparecido en escena. El joven de las perforaciones arrastró al hombre.

     —No andes por las calles solo.

Así fue como Adrianne logró encontrar a Encanto, su amistad comenzó de manera inusual, pero fue estrecha, ambos confiaban en el otro. Pronto fue presentado a Vishanya, quien lo aceptó de buena gana en la familia, era excelente informante y peleador, como un hombre lobo, la fuerza que tenía era suficiente para aplacar a uno que otro problemático.

Poco a poco, se fue haciendo de grandes personas para apoyar a su querido maestro.

En aquella mansión, Adrianne pidió siempre tener música, se había acostumbrado a lo relajante que era ese tipo de acompañamiento, así mismo, pidió cuidar el jardín, incluso lo expandió, en ese destino, nunca encontró a Dalia, en su honor, las dalias amarillas rebosaron de espacio en el patio del noble. Puede que ella estuviera muerta, no pudo encontrar rastro alguno.

El contrato de la flor escarlata sin nombre (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora