Capítulo 4

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—¿Les dijiste 'equipo Rocket'? —una sonora carcajada escapa de la boca de Lena—. Te amo, sestra.

—Son tan malos que dan pena—tomo un sorbo de mi café pensando en lo que dijeron al último—. ¿Qué sabes de Kate? —de reojo veo a mi hija jugando en un pequeño trampolín lleno de pelotas. Veo un poco de sudor en su frente y una enorme sonrisa.

—¿Quién es Kate? —ruedo los ojos ante la pregunta de mi hermana.

—Chica flechas.

—Ah, la rara. Lo mismo que sabes tú.

—¿Parejas?, ¿casada?, ¿viuda?

—No todas tienen tu suerte—Yelena era la única que podía hacer bromas como un chiste de mi estado civil—. No que yo sepa, ¿de vuelta a tus andadas? —casi escupo mi café, eso no impide que comience a toser.

—Cállate. Eso está enterrado.

—Tan enterrado como los dedos de tus conquistas en tu cueva—levanta las cejas de manera graciosa.

—Fue solo los últimos dos años de instituto y como poco más de año de la universidad. Estaba experimentando mi faceta de 'fuckgirl'—siento mi cara arder.

—La todopoderosa doctora de Yale con su doble de vida de Fuckgirl. Eres todo un estuche de monerías—ríe.

—Nunca debí decirte.

—¿Por qué lo preguntaste? —levanta las manos—. Ya estoy en modo serio.

—Ellos preguntaron si ya había caído en sus redes.

—Quizá le saben algo o sólo tantean. En cualquier caso, mándalos a la mierda.

—Consejo número de Yelena—muestra su sonrisa orgullosa.

—La vi cerca de la casa de su madre hace unos días—dice mi hermana—. Es guapa—agrega después de unos segundos.

—Eso no está bajo discusión, pero no la veo de esa forma.

—No te cierres, y no lo digo en doble sentido. Mereces ser feliz y vas a necesitar refuerzos con esto de Wanda. No nos bloquees otra vez, por favor—mis ojos se humedecen.

—No lo haré, sestra. Lo prometo—tomo su mano por encima de la mesa.

—Esa es mi chica—me da un apretón que dice todo lo que necesito sentir.


Salimos del lugar una hora después, cuando Max se cansó de los juegos y cuando el sudor traspasaba su uniforme escolar.

Lena nos dejó en nuestro apartamento con la promesa de venir en la semana para ver películas con nosotras. Noche de chicas. Noche que terminará con mi hermana regañada un millón de veces porque sé que no podrá contener las malas palabras en su boca.

Paso una tarde maravillosa con mi hija; leemos, jugamos y vemos Matilda por enésima vez. Está fascinada con esa película, secretamente también lo estoy.

Tras terminar nuestra cena y posteriormente la rutina de higiene nocturna, Max se pega a mí y me abraza.

—Me gusta cuando sonríes.

—¿No lo hago a menudo? —niega.

—Tienes dos sonrisas. Una que nos muestras a la tía Lena y a mí, y otra que le muestras a las demás—me sorprende lo detallista que es.

—¿Cuál es tu preferida?

—Dah—río fuerte. Pregunta altamente estúpida.

—Te amo más que todas...

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