—¿Estás segura de que vas a estar bien? —pregunta por enésima vez.
—Sí, no te preocupes.
—¿Segura? —no me queda de otra que reír.
—Ve a descansar. Te veo mañana en la universidad.
—Está bien. Descansa—estamos algo inseguras sobre el protocolo de despedida por lo que sólo doy un paso hacía atrás y la dejo pasar—. Si necesitas algo, no dudes en decirme.
—Kate, sólo fue llanto. No salí de cirugía. Lágrimas, nada más.
—Perdona—dice con aire chusco—, creo que me impresionó.
—Perdóname tú por mojar tu blusa—ve el círculo que dejaron mis lágrimas en su hombro.
—Nada que una lavada no arregle—toma mi mano con la suya y la aprieta—. Buenas noches, Natasha.
—Buenas noches para ti también—le doy una media sonrisa.
Apenas sale reclino la cabeza sobre la puerta y me quedo ahí un momento con los ojos cerrados. ¿En qué demonios pensaba al ponerme en llorar en su hombro? Era una completa y total locura. Por otro lado, me agradó el hecho de que no se viera incomoda o quizá era buena guardando sus emociones. Lo que fuera, me tenía con sentimientos encontrados.
Regreso a la habitación donde mi pequeña me espera completamente dormida. Me pongo pijama, me lavo los dientes y me encuentro con ella. La atraigo a mí por unos segundos antes de volverla a soltar. La observo y dejo que mi corazón se infle de amor con solo verla. Es tan preciosa. Ahora me pregunto, ¿qué pensará de mí?, ¿en qué concepto me tiene ahora que busca otra mamá?, ¿sentirá cuando lloró noches enteras?, ¿le infligiré dolor con mi silencio?
Lo último que he querido es hacerle daño, ella siempre ha sido mi prioridad. Aunque el llanto de hace unas horas se sintió tan liberador y tan reconfortarte que debería considerar hacerlo de nuevo; sólo que quizá esta vez con un terapeuta.
Cierro los ojos. Algo por fin ha cambiado, algo tan radical. He aceptado que necesito ayuda. Estaba a unas lágrimas de darle otro giro a mi vida.
Cuando despierto no siento la habitual loza sobre mis hombros, me siento liviana de alguna manera. Veo a mi despertador, son apenas las seis de la mañana, pero estoy con toda la energía del mundo. Lo puedo sentir.
Max aún duerme plácidamente, no reprimo las ganas de darle un beso sobre la frente antes de levantarme a prepararme el desayuno.
Una vez hube terminado todo, es hora de despertar a mi pequeña princesa. Esta parte es linda, como atemorizante ya que no es para nada una persona matutina. Aunque no tiene problemas para despertarse, se levanta de muy mal humor. Hoy dejaré que como un poco más de su cereal con chocolate que tanto le gusta, esto puedo que juegue a mi favor.
—Arriba, muffin—la lleno de besos.
—No—rio.
—Sí. Hora de ir a la escuela y presumir la mochila más cool del mundo—levanta su cabeza y me ve con el ceño fruncido.
—Ya la vieron, ya no se impresionarán.
—Quizá hoy lleguen niños nuevos y la verán—se encoje de hombros.
—Sigue sin convencerme.
—Ve a lavarte la cara y los dientes. ¿Quieres que te ayude a vestir? —niega.
—Yo puedo.
—Te veo en la cocina—dejo un beso más—. Te amo—puedo sentir su aura gruñona por toda la habitación. No responde, nunca lo hace a esas horas de la mañana.
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Ánima
FanfictionLa vida de Natasha ha dado muchos giros a lo largo de sus treinta y dos años. Ocho años atrás se caso con Wanda, su mejor amiga, confidente y alma gemela; poco después recibieron a Max, su preciosa hija. Apenas unos meses más tarde de la llegada de...