Capítulo 14

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Por supuesto que la señora Underwood no nos dejó ir sin antes tomar unas cuantas galletas. En parte le agradecí la distracción. Así como sentía que me había quitado un gran peso de encima, así sentí que algo no estaba bien. Y era por el objeto que había dejado atrás. Una gran parte de mi historia; me sigo repitiendo una y otra vez que es lo correcto y adecuado por hacer. Era algo ligado a mi pasado, a un pasado que me atormentaba en demasía, que no ha hecho más que privarme de la vida. Todo lo bueno, todo lo que vale la pena tiene unos ojitos preciosos y la cara de mi esposa. Lo demás está en mi mente y en mi corazón. No necesito más que eso.

—¿Estás bien? —pregunta con cautela mi novia cuando vamos de regreso al hotel.

—Sí, sólo estoy tratando de digerir todo. Nunca creí que regresaría.

—¿Qué le pasará a la casa?

—La daré en renta o pediré a alguien que cuide de ella. Está a nombre de mi hija, así que quizá en un futuro ella quiera vivir aquí.

—¿Tú quieres vivir ahí en un futuro?

—No lo sé, no creo que sea algo que he pensado mucho.

—¿Regresarías? —insiste. Creo saber a dónde va esto.

—De momento, no. Mi trabajo está allá, Max ya tiene amigos; Lena hace todo más ligero; mamá está feliz con nosotras. Lo que realmente me importa está en Nueva York —estiro mi mano para atrapar la de ella—. Y, por supuesto, estás tú.

—Sabes que te seguiría —dice con cierta pena. Sonrío.

—Prefería un lugar en donde ambas estemos tranquilas y felices. No hay necesidad de ir una tras la otra.

—Te amo, Nat —aprieto su mano con las mías.

—También te amo, cariño.

Apenas llegamos al hotel me tiro a la cama. Huele a limpio y necesito descansar propiamente después de la... compleja noche con mi novia. Me quito los zapatos, me recuesto y cierro los ojos dejándome llevar por la increíble tranquilidad del lugar. No pasa mucho antes de sentir que Isabella se acuesta a mi lado.

—No abras los ojos —dice suavemente.

—¿Quieres que me duerma?

—No —la siento acercarse más—, sólo quiero que me digas si algo te incomoda, ¿está bien? —asiento. Un pequeño temblor comienza a sentirse por todo mi cuerpo.

—Siempre me gustó aquí —dice después de algunos segundos, sus labios se posan sobre mi clavícula derecha. Deja un rastro de besos—. Se marcan de una forma que te hace ver sexy —besa de izquierda a derecha con lentitud. Mis manos quieren moverse, pero sólo termino aferrándome a las sábanas—. Y luego está el delicioso olor que siempre tienes —su lengua traviesa sale cuando hace su camino por mi garganta—. Cuando te abrazo quiero quedarme ahí horas. Olerte, sentirte, hacer esto —"esto" es una mordida que tiene como consecuencia un gemido que escapa de mí.

—¿Por qué no puedo abrir los ojos? —la siento sonreír.

—Porque quiero adorarte, porque quiero que disfrutes de un buen rato.

—Yo también quiero adorarte.

—Después será, ahora es mi turno —deja otra pequeña mordida sobre mi cuello—. Déjame disfrutarte, déjame tocarte y confirmar que eres mi realidad —Dios, esta mujer definitivamente será mi muerte. Sus palabras están ciertamente cargadas de erotismo y una ternura infinita.

—Te amo —llevo mis manos a su sedoso cabello.

—También te amo —mi quijada está ahora siendo reconocida por sus labios, dientes y lengua. Está ocupándose de cada parte de mi rostro con precisión absoluta—. ¿Tienes una idea de cuántas veces soñé esto? Cuántas veces me toqué pensando en ti, imaginando que eras tú en mí.

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