Capítulo 15

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Mi instinto me pide regresar a ese lugar y ver lo que acontece; ver la cara de esa estúpida rubia cuando Kate le diga que no, pero me contengo. Sé que no tengo absolutamente nada de qué preocuparme, eso no implica que no encuentre cierto placer en ver caer a esa horrible mujer.

Mi pie golpea rítmicamente sobre la alfombra mientras Peggy sigue haciendo notas en cada espacio libre de la hoja del libro que lee. Mejor dicho, en cada hoja que analiza; eso la hace tan condenadamente buena. Siempre busca más de lo que se le presenta ante sus ojos. Sacudo mi cabeza buscando regresar al incómodo presente.

Los segundos, minutos o cual sea la medida de tiempo que haya pasado desde que regresé pasan demasiado lentos. Busco enfocarme en la otra mujer en el cuarto, en tratar de copiar su aire desinteresado, pero me es imposible. Entonces, el monstruo de las dudas comienza a hacer su aparición triunfal. No quiero admitir que físicamente no tengo competencia contra esa chica, es más joven y guapa.

—Katie daría su mano derecha por ti sin pensarlo dos veces —sonrío cuando escucho la voz de Peggy.

—Es inevitable sentirse insegura —susurro.

—Créeme cuando te digo que no tienes absolutamente nada de qué preocuparte.

—No es porque no confíe en ella...

—El equipaje, dulzura, sé todo sobre eso.

—¿Quién vive sin fantasmas?

—La gente aburrida, de seguro. Si duele es indicio de que estás vivo.

—¿Qué hago con tanta vida? —pregunto casi de inmediato. Deja de ver su libro por un momento y me ve directamente a los ojos.

—Haces exactamente todo lo que te ha dado miedo hacer: vivirla y disfrutarla.

—Gracias, Doctora Carter —sonríe dulcemente.

—Un placer filosofar contigo, Natasha —estoy por hablar cuando la puerta se abre y veo a mi novia con el ramo de rosas.

—Para ti, Peggy, por ser tan adorable —dice la joven mujer.

—¿Te cercioraste de que no estén envenenadas?

—Dos veces —contesta la chica de ojos dorados con aire chusco—. ¿Puedo hablar contigo un momento? —su mirada se dirige a mí.

—Claro —la mujer mayor arrastra su silla fuera de la oficina—. No tienes que hacer eso —digo.

—Es obvio que necesitan un espacio seguro. Estaré afuera vigilando que nada desagradable quiera entrar.

—Gracias —replica Kate. Una vez la puerta se hubo cerrado busca mis brazos—. Te amo —dice tan bajito que apenas lo escucho.

—También te amo, cariño. ¿Todo bien?

—Sí, ¿tú? Te vi a lo lejos parada cerca de ella.

—Quería aclararle unos puntos —digo sin más.

—Me dijo que te comportaste como una perra y que pronto recapacitaría para regresar con ella —asiente.

—Puede que me haya comportado como una perra. Es una idiota, sin embargo, por creer que vas a regresar con ella.

—Le dije que estoy realmente enamorada de ti y que me voy a casar contigo.

—¡¿Qué?! —me suelto de su abrazo para verla.

—Oh, por Dios, ¿lo dije en voz alta? —se ve tan asustada como yo.

—Fuerte y claro —tartamudeo.

—Yo... no... yo sólo quería quitármela de encima, lo juro —está a punto de hiperventilar.

—Creo que funcionó bastante bien —trato de calmarla poniendo mi mano sobre su mejilla.

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