7 | NIÑO ROTO

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Los tres lobos que seguían de cerca a los siberianos que llevaban a Krasnyy a las rastras se quedaron varios pasos detrás cuando la manada Siku llegó al pueblo.

Un pueblo muy numeroso. Lleno de personas que iban y venían alteradas porque el futuro angakkoq natural había sido encontrado y llevado ante ellos.

Los lobos robaron ropa de una casa cercana, cambiaron de forma para mezclarse entre la gente y pasar desapercibidos. Hecho que podía darse ya que los siberianos son cientos y cientos y es muy posiblemente que no se conozcan entre sí. Esto obviamente no podría haber ocurrido en el poblado de Trueno, conformado por pocas familias, donde se conocen unos con otros.

Con sigilo rastrearon el sitio donde habían trasladado al pequeño rojo y se mezclaron entre el público.

Krasnyy, ya con su forma humana, había sido llevado, maniatado y con vendajes en sus ojos, al centro del Caldero de los Dioses donde exhaustivamente estaba siendo examinado por uno de los sacerdotes.

Le desnudó la parte superior del cuerpo y un grito se encajó en la garganta del hombre al ver la mordida en el cuello de Krasnyy.

—¡Ha sido mordido! —vociferó al público —esa marca en su cuello indica que ha sido reclamado por un alfa.

El sacerdote se acercó al hombro del pelirrojo para observar la marca.

El líder que había sido el responsable de secuestrar a Krasnyy, habló:

—Él ha estado viviendo entre lobos desde hace meses. Vive con uno de ellos. Él no ha sido marcado por uno de los nuestros. ¡Él ha sido mordido por un hombre lobo!
El poblado entero, reunido en ese enorme sitio, aulló ante la noticia.

—En tres días habrá luna llena, no podemos correr riesgos de que él acabe con nuestro poblado cuando se convierta —prosiguió el líder— Hay que ejecutarlo.

—No, no, nooo, por favor escúchenme —gritaba Krasnyy— No es la marca de un lobo, por favor créanme...

Pero él no fue escuchado. Lo trasladaron a la mazmorra más oscura y húmeda donde recibió torturas infrahumanas.

Él intentó suprimir su sufrimiento para proteger a Sialuk y que éste no pudiera sentirlo a través del lazo. Pero fue en vano... Sialuk pudo percibir absolutamente todo. Experimentó en carne propia lo que su amor estaba sintiendo. Su miedo, su dolor, su padecer ante cada golpe.

El alaskan lloraba a los aullidos pero eso no detuvo su marcha.
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Los lobos vigías salieron del recinto y emprendieron regreso a toda velocidad. Debían avisar a Sialuk y a Trueno lo que habían presenciado en la aldea: en tres días ejecutarán a Krasnyy.

A mitad del recorrido los encontraron y les contaron con detalles lo que la marca en el cuello de Krasnyy había generado creyendo que lo había mordido un lobo y el horror de lo que se avecinaba tras ese hecho.

—¿Marca? —Trueno miró al alaskan— ¿Lo marcaste, Sialuk?

—Sí. Lo marqué, nos amamos, él es mío. Y ahora, me estoy muriendo.

—Haz memoria ¿En todos estos días que has estado con Krasnyy, cambiaste a tu forma animal? Quiero saber si los que los vigilaban pudieron ver que no eres un lobo.

—Sí, Trueno, muchas veces, incluso el mismo día que se lo llevaron yo cambié de forma para ir a rescatar las ovejas.

—Es decir que ellos te han visto. Saben que no eres un lobo. ¿Por qué están haciendo esto?

—No perdamos más tiempo, dijo el vigía. En tres noche van a sacrificarlo.

Eso activó al grupo que retomaron la marcha a toda velocidad.

KRASNYYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora