10 | CAPRICHO DE AZÚCAR

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Sin que Sialuk supiera, Krasnyy había regresado a la casa que habitó toda su vida, en Colina de Siku

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Sin que Sialuk supiera, Krasnyy había regresado a la casa que habitó toda su vida, en Colina de Siku.
Al ingresar a la estancia lo embargó una profunda tristeza recordando lo aislado del mundo que se hallaba en ese páramo desolado y en comparación con lo descomunalmente feliz que es en estos momentos, le sonrió al desdichado pensamiento y lo invitó a desalojar su cabeza.

Recorrió su vivienda y se dirigió al exterior, exactamente al depósito donde él hacía acopio de alimentos, víveres y suministros varios. La bajísima temperatura del depósito producto de estar rodeada de nieve, propiciaba que las provisiones se mantuvieran por mucho tiempo en óptimas condiciones.

Extrajo de allí, cinco de las bolsas de pasta de cacao y otras tantas de manteca de cacao comestible, que había recibido como parte de la proveeduría que los sacerdotes y ancianos de la aldea preparaban para el futuro angakkoq natural.

El cacao llegaba a la aldea de Krasnyy directamente de las zonas de climas tropicales cuyas temperaturas oscilan entre 20°C y 40°C. Escenario inimaginable para este siberiano que solo ha pisado hielo y nieve a lo largo y ancho de su corta vida y las temperaturas que conoce son siempre bajo cero.

Pero el cacao era uno de los lujos de intercambio que los huskys siberianos del Caldero de los Dioses profesaban con los híbridos Xoloitzcuintle, provenientes de las zonas cálidas del centro del globo a donde el sol brilla y abraza, a donde el mar es transparente y las arenas blancas son finas como polvo, según le había contado un personaje bastante conocido para él, su amante extranjero, un xolo alfa de ojos amarillos con quién Krasnyy compartió más que un chocolate en la época en que los sacerdotes le permitían aparearse en sus días de celo.

Uxmal, como se llamaba el xolo, siempre andaba de paso, regresaba una y otra vez al clan de los Siku, tan solo para compartir aunque más no fuera una noche con el chico de cabellos rojos.

Sabía que era prohibitivo para él entablar algo más que lo que tenía con el futuro chamán. Pero el perro de piel lampiña nunca pudo cumplir con el objetivo de no enamorarse. Y lo hizo.
Así como se enamoró se volvió loco el día que se enteró que Krasnyy había sido reclamado por un alfa de la aldea de los lobos. Lloró como alma en pena sin encontrar consuelo en nada ni nadie y se prometió a sí mismo, que algún día volvería a verlo y a compartir lecho con el pelirrojo.

Krasnyy, ignorante de que Uxmal lo amaba, solo tenía un leve recuerdo sobre el alfa de hermosa piel morena y lampiña, él solo era quién le proveía de cacao para hacer los deliciosos chocolates que el omega cocinaba en la más profunda de las soledades de su casa de la colina.

Ni más ni menos que eso, ni siquiera tenía en cuenta las noches de sexo que había tenido con el amante tropical. Y no porque la forma humana de Uxmal no fuera atractiva, al contrario, el chico era bien bonito y con ojos enormes y expresivos, sino porque Krasnyy nunca, nunca, nunca se interesó por quienes pasaban por su cama.

KRASNYYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora