23 | ANUA e INUA

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Con las exangües energías que le quedaban, Krasnyy llevó a Sialuk al qarmaq que había construido, lo recostó sobre la improvisada cama en el suelo, le quitó las ropas, se despojó de las propias y lo abrazó para darle calor

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Con las exangües energías que le quedaban, Krasnyy llevó a Sialuk al qarmaq que había construido, lo recostó sobre la improvisada cama en el suelo, le quitó las ropas, se despojó de las propias y lo abrazó para darle calor.

Arropó sus cuerpos con las pieles y atrajo el cuerpo de su chico contra el suyo. Lo abrazó con brazos y piernas.
Luk parecía un pequeño crío en los brazos de su omega. Krasnyy acariciaba sus cabellos, besaba su frente, bajaba su boca para unir tiernamente los labios.

El alaskan no daba demasiadas muestras de lo que ocurría. Más bien parecía que había entrado en un estado comatoso producto de la inanición y la depresión provocada por el desvanecimiento del lazo.
 
La preocupación aumentó cuando el rojo notó su respiración cada vez más débil. Sialuk  frente a sus ojos estaba sumergiéndose en un sueño sin retorno. Lloró a su lado pero el alaskan ya no reaccionaba a ningún estímulo.

Krasnyy debía hacerlo salir de ese estado cuanto antes o lo vería morir lenta y angustiosamente. No sabía qué hacer, estaban demasiado débiles, los dos, pero Luk, estaba grave.

Se obligó a sí mismo a recomponerse, sacar fuerza de donde no tuviera y recurrió al estado de meditación profunda para conectarse con el inua de su alfa y desde su interior convertirse en fuente de calor suficiente para mantenerlos a salvo.
Krasnyy le habló al alaskan dentro de su chico.

—Inua Sialuk, ya estoy contigo, para amarte y cuidarte. Deja que tu humano tome fuerza. Lucha, luchen, yo estoy aquí para cuidar de ambos.

La conexión de sus almas se produjo y sintió como el recinto se volvía cada vez más  cálido y aunque Sialuk seguía exánime, el malamute dentro de él había despertado y dejó fluir sus esencias. Entonces el pomelo, patchouli y cedro se hicieron presente.

El anua siberiana sonrió dentro de Krasnyy, esta le susurró hermosas palabras que lo motivaron a tener esperanzas y él se entregó por completo a los brazos de sus espíritus sintiendo que podrían velar por ellos y se dejó vencer por el cansancio envuelto en el delicioso aroma de su alfa.

Abrazados se durmieron y abrazados despertaron después de yacer profundamente por dos días.

El rojo, aparentemente reconfortado por el calor y el descanso, se levantó para buscar con qué alimentarse.
El clima parecía no tan álgido esa mañana, permitiéndole salir a cazar algo para ellos y sus samoyedos.

Regresó con varias presas. Eran animalitos pequeños, con poca carne pero la grasa bajo su piel le permitiría cocinar una sopa y arrojar los restos a sus canes.

—Sialuk debes alimentarte. Por favor mi amor. Ponte fuerte.

Arrimó el cuenco a su boca y lo guío para que bebiera. Luk abría de a poquito sus ojos, pero él no se encontraba allí.

Krasnyy sabía que su marca estaba desapareciendo. Si Sialuk no reaccionaba a tiempo y volvía a marcarlo, ambos morirían.

—Despierta, amor. Regresa a mí . Por favor, te amo Luk. No me abandones…

KRASNYYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora