0. EL MATRIMONIO ARNOLFINI; JAN VON EYCK

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Todo estaba en orden. Nada había cambiado. Me permití exhalar, aliviada, aún sabiendo que mi rutina no había hecho más que empezar. Como todas las tardes, paseé a oscuras por las distintas salas, tanteando las ladrillos en busca del interruptor. Una vez encendidas las luces, estas revelaron las blancas paredes, cubiertas de réplicas de obras de arte, versiones y adaptaciones de clásicos de la pintura o la escultura, y placas que proveían información valiosa sobre cada obra. No me dejé embelesar por la belleza del lugar, o la calma que este me transmitía; me dediqué a barrer los suelos de madera caoba y a sacar brillo a cada placa informativa. Tan concentrada estaba en mis quehaceres, que me sobresalté considerablemente al oír una voz tras de mí.

- ¡Joder Dafne! ¿Ya estás aquí? ¡Pero si tu turno empieza a las seis!

Se trataba de Dan, un chico algo desgarbado y con el rostro lleno de piercings. Su empeño en convertirse en artista le había llevado a colaborar con el museo en varias ocasiones, incluso exponiendo sus propias obras, pero debido a la situación de crisis, ingresó como guía para conseguir algo de beneficio económico para su creación. Sonreí al ver su expresión adormecida.

- ¿Qué puedo decir? Me gusta llegar pronto. - respondí, encogiéndome de hombros.

- Es que no hay necesidad de limpiar todo el museo...pero ¡ey, yo no juzgo! - se despidió con un gesto, y se dirigió hacia la recepción, preparándose para la primera guía de la tarde.

Yo era consciente de que no era necesario desempeñar mis tareas; el pequeño museo contaba con personal de limpieza, y por supuesto, con el riguroso cuidado de sus dueños, un matrimonio de retratistas de la localidad. Sin embargo, hacía años que había asumido aquella responsabilidad, asegurándome de que cada sala estuviera impoluta antes de la llegada de turistas y otros visitantes. De alguna manera, sentía que prestarle tanta atención al establecimiento era un mecanismo de defensa, un manifiesto que demostraba lo mucho que tanto yo como los demás ciudadanos habíamos luchado por mantener aquel sitio abierto, aquel que había inspirado a muchísimas personas a dejarse llevar por el arte clásico. Si algún día llegaba a olvidar mi rutina, ya fuera por despiste o por cansancio, la fragilidad del museo, y cualquier defecto que este pudiera albergar sin mi intervención previa me carcomían la conciencia. Mi mente viajaba a las múltiples protestas a las que asistí junto a mis padres para evitar la apertura de un local de apuestas sobre el viejo museo. El ayuntamiento había desistido, tras la ola de manifestaciones, pero yo aún me mantenía alerta, cuidando cada mínimo detalle, asegurando experiencias placenteras para cada individuo. El museo, re-inaugurado hace tres años, cuando apenas tenía catorce, no se merecía la amenaza de ser suplantado otra vez. Y yo quería estar segura de ello.

Perdida en estos pensamientos, acabé en la sala de arte flamenco. Se exponía como magnum opus una copia a tamaño real de "El Matrimonio Arnolfini", y a su lado, una biografía ilustrada de Jan Van Eyck, elaborada por una alumna de la facultad de artes plásticas. Observé con atención la réplica del cuadro, sin duda uno de los más relevantes de la historia del arte, altamente cargado de simbolismo que, según los expertos, pretendía apelar a la fertilidad y el bienestar conyugal. Sin embargo, a mi el cuadro me transmitía una intensa angustia. Quizá era la oscuridad y estrechez de la habitación, la forzada postura de los personajes, su mortecina palidez, o incluso el reducido tamaño del propio lienzo. El contexto histórico me permitía entender el porqué de tal fría representación de lo que se suponía que era un matrimonio, pero aún así, no podía evitar sentir los nervios a flor de piel al imaginarme en un enjuto vestido, unida a un hombre por unas alianzas indestructibles, sin ser capaz de huir libremente, de vivir por mi cuenta, o al menos de sentir un amor humano, no uno concertado. Hacía apenas unos meses que me había sentido sometida de esa manera, y desde que corté aquellas ataduras, me prometí jamás encontrarme en esa posición de nuevo.

RENAISSANCE • fred • fnafhsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora