[Terminado] Amar otra vez [Historia Lésbica]

Parte 42 y Epílogo

Hola! les dejo el capítulo final y el epílogo, Espero los disfruten y lean los agradecimientos eh :D

Capítulo 42

Gwen se había tomado el tiempo de caminar hasta la casa de Gerardo. Necesitaba el camino para pensar sobre ellos y quitarse el nerviosismo por volver a verlo. Habían pasado dos semanas desde el accidente y durante ese lapso, su amistad se había reducido a esporádicas pláticas por Whatsapp y uno que otro meme sin gracia.

Pero también había sido tiempo de reflexión para Gwen y ahora veía con mayor claridad sus propios sentimientos hacia el muchacho. Lo único que deseaba era rodearlo, atraerlo hacia ella y darle un beso en los labios. Después le diría la verdad.

Sin embargo, cuando llegó a la casa de Gerardo, todo el valor que había reunido pasó a segundo plano. Había una camioneta y tres hombres que se esforzaban por amarrar la moto del chico sobre ella. Gerardo estaba sobre la acera y se limitaba a mirar.

—¡Hey! —Saludó Gwen con los ojos sorprendidos—. ¿Qué pasa aquí? ¿Qué le haces a la moto?

El muchacho le dedicó una expresión más o menos triste y encogió los hombros.

—La acabo de vender.

—¡¿Qué?! ¿Por qué?

—Porque no quiero morirme. Ya fue demasiado para mí.

Gwen sintió que ella debió formar parte de la decisión. Después de todo, había estado con él cuando la compró y ella había sido la primera persona en subir atrás y dejar que le dieran un paseo. Era cierto que no le gustaba ir muy rápido, pero la moto era como algo que les pertenecía a los dos.

Una vez que estuvo asegurada a la camioneta, el hombre que se la había comprado se giró hacia él.

—¿Estás bien?

Era un sujeto de unos treinta y tanto años. Vestía chaqueta de cuero y tenía guantes. Gwen lo reconoció como un motociclista y creyó haberlo visto en alguna que otra foto en el Facebook de su amigo.

—Sí —volvió a encoger los hombros como si perder la máquina no fuera gran cosa—. Ya me aburrió.

—Porque todavía puedo devolverte el dinero y...

—Ya, no hay problema. Llévatela.

El hombre asintió. Estrechó la mano del chico y se subió con los otros dos a la camioneta. Esta se marchó por la calle con un suave ronroneo del motor. Gwen y Gerardo se quedaron en silencio, mirando a su vieja amiga anaranjada marcharse de sus manos. Gwen no pudo evitar soltar una que otra lágrima porque sabía que ahí se iban sus recuerdos. Era como perder a una persona.

—¿Y tú qué lloras? —Preguntó el chico, mirándola con sorpresa.

—Nada —se limpió los ojos—. Simplemente estoy nostálgica.

—Esto era lo mejor —Gerardo estiró los brazos y la espalda. Estaba fingiendo que no le importaba vender su moto, pero lo cierto era que se encontraba destruido por dentro—. ¿Qué haces aquí?

—Vine a verte —contestó ella—. Hasta pensé en que podríamos salir y dar una vuelta.

—Va a estar difícil —sonrió el otro.

Gwen se acercó y le puso las manos en la cintura. Buscó su mirada y se sintió mal cuando vio que Gerardo intentaba separarse de ella, como si su tacto lo envenenara.

—Tengo que descansar. Anoche me desvelé trabajando en unos motores y...

—¿Por qué me evitas?

—¿Qué? No lo hago.