Parte 25

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Estaba llena de adrenalina. Su corazón palpitaba con fuerza y le temblaba todo el cuerpo. Por un instante le pareció escuchar el sonido de las sirenas de la policía que venían tras ella, pero Gwen estaba segura de que nadie la había visto arrojar aquella piedra a la ventana.

—¿Estás mejor? ¿Podemos irnos? —Preguntó Gerardo una vez que vio a la chica respirar profundamente. Se puso el casco y encendió la motocicleta—. ¿Gwen?

—Yo... yo ataqué la casa de Carol —había miedo en su voz. Miedo ante lo que había hecho y por qué había actuado así—. Si ella se entera...

—Lo hecho, hecho está. Acércate —ella lo hizo y Gerardo la sujetó de la cintura—. Nadie sabe que fuiste tú.

—Eso no lo puedes asegurar. ¡Dios, soy una idiota! ¡Debo regresar y disculparme con ella!

—Tienes que aceptar que has perdido a la chica. Lo mejor es dejarla ir y seguir adelante. Ya te desquitaste, ahora olvídala.

La morena asintió y se abrazó a sí misma. Se sentó en la banqueta y abrazó sus rodillas mientras luchaba por calmar las emociones que hervían dentro de ella.

—¿Por qué lo hice? Yo... yo no lo pensé. Simplemente tomé esa piedra y...

—Me sorprendió —admitió Gerardo. Dejó el casco sobre la moto y se sentó al lado de su amiga—. No creí que lo fueras a hacer. Me siento responsable por no haberte detenido. Eh, vamos. Respira hondo y ven aquí.

La rodeó con un brazo e hizo que descansara su cabeza sobre su hombro.

—¿Y si alguien me vio?

—Mejor no vuelvas a acercarte a Carol, por seguridad de ambas.

—Sí... eso haré. Gracias.

Gerardo resopló e intentó que no se le notara la decepción en el rostro. Había sacado a Gwen a dar un paseo en moto, y por alguna causa desconocida, habían pasado delante de la casa de Carol. Eso había sido suficiente para que su amiga perdiera los estribos y desquitara toda su frustración contra esa ventana y posiblemente contra las personas que estaba adentro. Lo único que esperaba era que nadie hubiese salido lastimado.

—Vamos a casa —pidió Gwen—. Quiero dormir.

—De acuerdo —el chico suspiró y, en ese momento, empezó a pensar en que, después de todo, Gwen no era la clase de mujer a la que quería en su vida. ¿No estaba un poco loca?

***

—¡¿Cómo que no viste quién lo hizo?! —Exclamó Armando con las manos en la cintura y el ceño fruncido—. ¿Qué hacías?

—Lo siento, señor —el sarcasmo de Carol fue más que evidente. Cruzó las piernas y arrugó la nariz—. No estaba esperando a que un loco atacara la casa.

—Siempre he dicho que deberíamos poner cámaras de seguridad en el patio de enfrente —dijo Rebeca.

—Eso ayudaría —añadió Damian, que ayudaba a Laura a colocar el nuevo vidrio en la ventana—. Mi familia tiene cámaras alrededor de la casa.

—No voy a pagar por un sistema de seguridad —dijo Armando con desdén—. Además, ni siquiera me quieren aquí. Eso ya me lo dejaron muy claro.

—Pues no sé qué esperas para darte la vuelta e irte —Dijo Laura.

Armando le echó un vistazo, pero no podía molestarse con esa muñeca. Laura usaba unos shorts de florecitas que se le pegaban como una segunda piel y eran bastante cortos. Apostó a que ni siquiera usaba ropa interior.

[Terminado]  Amar otra vez [Historia Lésbica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora