Parte 13

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Capítulo 13

La chuleta no tenía buen sabor y ese fue motivo suficiente para que Armando dejara de comerla. Se limpió las manos con una servilleta y lanzó una exhalación frustrada.

—¿Por qué no pedimos la cena? Seguro es mejor que esto.

Rebeca gruñó para sus adentros. Si a Armando ya no le gustaba como cocinaba, entonces que se fuera a comer a uno de los caros restaurantes a donde llevaba a sus amigos.

—A mí me gusta —dijo Laura sin dirigirle una sola mirada al hombre que se atreviera a rechazar la comida de su mamá.

—Bueno... —dijo Armando después de gastarse lo último que le quedaba a su vaso de Coca-Cola—. ¿Y bien? ¿Qué me cuentan?

Rebeca, que estaba en el otro extremo de la mesa, alzó la vista confundida por la pregunta de su marido. Fue como si de repente, un perro empezara a hablar.

—¿Perdón? ¿Quieres hablar sobre nuestro día? ¿Desde cuándo te importa?

Desde que quiero seguir comiéndome esas tetas pensó Armando para sus adentros.

Rebeca se había puesto una camiseta de manga corta que se ceñía a sus grandes pechos. Los bordes de su sostén asomaban por el escote. Llevaba el cabello ondulado y adornado con un broche en forma de mariposa con las alas azules.

Era una diosa de ojos grises y aunque Armando no quisiera admitirlo, perder a una esposa modelo como ella sería un duro golpe para su orgullo. Incluso sus compañeros de trabajo le decían lo buena que estaba su mujer y que él era un suertudo por permitirse dormir en la misma cama que ella.

—¿Qué tiene de malo? —dijo, hablándole a Carol, aunque con el tono medio burlón que lo caracterizaba—. ¿Y cómo vas tú? ¿Ya te enamoraste de otra mujer?

—Esa es una pregunta bastante inapropiada —dijo Laura con tono de advertencia.

—No hablo contigo —replicó Armando y volvió su atención hacia la otra muchacha—. Si eres lesbiana, ¿por qué no pruebas vestirte como chico? Es decir... bueno...

—Sé lo que intentas decir —habló Carol, con la vista fija en la cara de su padrastro—, y no todas nos vestimos como varones. Yo me pongo la ropa que me dé la gana.

Armando ya no supo cómo seguir con la plática, así que cambió de objetivo.

—¿Y tú? —Preguntó a Laura—. ¿Qué le pasó al novio ese?

—Está bien —la incomodidad se reflejó en la voz de la joven.

—¿A qué se dedica? ¿Tiene trabajo o es un vago?

—Le gusta cocinar. Quiere ser chef.

Armando lanzó una carcajada.

—¿Chef? Vaya, pues vete preparando. Si lo consigue, se va a inflar la panza. La mayoría de los chefs que conozco están obesos.

Laura resopló, arrugó la nariz y dejó los cubiertos sobre la mesa.

—Terminé de comer.

—Yo también —dijo Carol, levantándose al mismo tiempo que su hermana.

Las dos abandonaron el comedor. Armando resopló con una mezcla de frustración e ira. No toleraba que lo dejaran con las palabras en la boca. Tenía que sufrir con el mal comportamiento de aquellas dos si es que quería seguir en buenos términos con su esposa.

—¿Ya estás contento? —Preguntó Rebeca—. Las espantaste con tu conversación fuera de lugar.

—Tú eres la que dice que no convivo con ellas.

[Terminado]  Amar otra vez [Historia Lésbica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora