Venus y Marte los amantes torturados

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-Entonces hoy mismo podemos comenzar el viaje, ¿No?- Atenea pregunto picando un poco más a Afrodita.

Pero Afrodita no cedió ante la provocación.

-No puedo salir sin avisarle a Hefesto de mi partida- contesto educadamente

Atenea sonrió- entonces esperemos a mañana para que puedas avisarle a mi hermano. Te esperaremos.

-Que amable- Respondió Afrodita.

Atenea se levantó de la mesa

-Quede de encontrarme con mi padre, así que es mejor que parta- Dijo- Nos vemos

La diosa de la sabiduría se retiró de la habitación con su porte altivo, después de todo había logrado su cometido.

Amargar la existencia de Afrodita.


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En la sala del trono Zeus impaciente esperaba a su hija.

Las grandes puertas se abrieron, pero no era su hija… Era su hermano, Poseidón.

-Hermano, que bueno verte- Zeus bajo de su trono a saludar a su hermano.

-Zeus, también es bueno verte

-¿A qué debo tu visita tan inesperada?- pregunto Zeus a su hermano, aún sabiendo la razón de la visita de su hermano.

-Vengo a hablarte sobre nuestro trató- Poseidón contestó.

Zeus río y miro a su hermano

-¿Vienes de nuevo a precionarme para casarte con mi hija?- se carcajeo Zeus.

-Pense que la ceremonia de ayer fue para inmortalizarla para mí, cómo habíamos acordado- Poseidón le contesto serio a su hermano quien en cambio dejo de reír.

El dios de los mares era conocido por sus caprichos y rabietas.

-No se si es buena idea- Dijo el rey de los dioses- Es una niña todavía, ni siquiera se adapto por completo.

-Y eso jamás te ha importado a ti- era Poseidón ahora quien se carcajeaba de su hermano.

Zeus volvió a su trono y se quedó pensando unos minutos.

Era cierto lo que acababa de decir Poseidón, Zeus no era conocido por ser el mejor padre, ni el más caballero de los dioses. Después de todo no sería la primera vez que regalaba a una de sus hijas, además tenía una deuda que saldar con su hermano.

Zeus no suele consultar antes de tomar una decisión, entonces…

-El matrimonio se llevará a cabo, Poseidón- empezó Zeus- Pero será bajo mis reglas.

Poseidón sonrió y asintió

Zeus le ofreció su mano a Poseidón para estrecharla, el la tomo y la estrechó.

El matrimonio ya había sido concretado y nadie podría evitar el capricho del dios del mar.

¿Qué planeaban Poseidón y Zeus para el destino de la joven diosa? Solo el tiempo y las Moiras podrían decirlo.

Minutos después las puertas se abrieron. El guardia que entró informo la presencia de la Diosa Atenea.

Zeus permitió el paso de Atenea.

-Padre- Atenea saludo con una reverencia, luego salido con un leve movimiento de cabeza a su tío.

-Gracias por venir, Atenea, tengo asuntos importantes que platicarte- Le dijo Zeus a su hija.

-Si lo desea podemos empezar ahora mismo- Contestó la Diosa

-Claro que si. ¿Ya te ibas, no hermano?- Zeus dijo

-Si, Tengo asuntos que atender en mi reino- Poseidón saludo a ambos y se marchó de la sala.

-Vamos, te voy a mostrar las armas que Hefesto hizo para ti- Zeus guío a su hija a través de la sala.

Atenea lo siguió sin saber que hace unos minutos en esa misma habitación se había hecho un repulsivo trató.

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Por la tarde Afrodita llevo a su aprendiz por los bellos jardines del Olimpo, los cuáles siempre recibían la magnífica luz de Helio.

Los jardines eran muy bien cuidados por Hera con ayuda de su hermana Deméter.

Las dos mujeres dieron algunas vueltas por lo alrededores, hasta que Afrodita vio que Ares la veía a lo lejos en una de las fuentes.

-¿Puedes esperarme aquí un momento?- pregunto Afrodita a Thea.

-Por supuesto- Contesto la joven

Afrodita camino hacia donde estaba Ares procurando que Thea no viera con quién hablaba

-Lady Afrodita, cómo está usted?- Ares saludó a la mujer tomando su mano y besándola.

-Mejor, ya que lo veo- Afrodita contesto con una sonrisa.

-Vino a ver nuestro entrenamiento hoy, espero que lo haya disfrutado.

Afrodita sonreía como una tonta enamorada, esos momentos que pasaba con el dios de la guerra la hacían sentir viva.

Estuvieron hablando como dos adolescentes enamorados por un rato.

Mientras tanto Thea observaba las flores. Se fijó especialmente en unas bellas rosas blancas que predominaban gran parte del jardín.

Al levantar la vista la niña vio una figura acercarse a ella con paso delicado.

-Veo que te gustan las flores- Dijo Hera sentándose en uno de los bancos de mármol que estaban cerca de la joven.

-Si, son muy hermosas- Dijo con desconfianza Thea.

-Mis favoritos son lirios- Dijo Hera mirando hacia donde se encontraban los lirios.

Ambas comenzaron una ligera plática motivada por la belleza de las flores.

En algún punto de la acaramelada charla de Afrodita y Ares, se percataron de la presencia de Hera a tan solo unos metros de ellos y Afrodita no le gustaba nada que su suegra estuviera cerca de Thea.

       Castiguen al hombre que se atreva a cortar aquella Flor.

Elitista | La deshonra de una dios #1 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora