Yoongi había conocido a Jungkook a los dieciséis años, jóvenes, inexpertos e ilusionados, ambos se conocieron en una librería, el pálido había ido como cada mes a comprar un nuevo libro con el cual entretenerse en sus tiempos libres, y Jungkook había comenzado a ayudar a su madre por las tardes atendiendo a los clientes, la química fluyó de inmediato, los libros de Yoongi ya no duraban un mes, se redujo a quince días, luego a diez, de repente estaba yendo diariamente a aquella librería, hablaban siempre, Yoongi había comenzado a llevarle pequeños almuerzos al pelinegro, ya que sabía por su propia boca que no comía bien en la escuela, así que ambos compartían ese tiempo.
A los dieciocho Yoongi y Jungkook ya eran una pareja estable, uña y carne, no había ocasión en que estuvieran solos. Ambos fueron a la misma universidad, con la suerte de que ambos tenían aquella como primera opción, aunque no estudiaron cosas similares.
Aquella experiencia llamada "universidad" realmente había sido un viaje de locos, decir que fue fácil para su relación era mentira, más ambos habían logrado tener la madurez para afrontar los obstáculos y hoy gozaban de una graduación felizmente unidos.
A los treinta se casaron, había sido una boda sencilla, nada de lujos extravagantes, a pesar de las quejas de la familia Min, había sido sencilla más no humilde.
—Todo fue....—Susurro Yoongi en su oído mientras bailaban frente a sus familias en aquella fiesta que demostraba años de esfuerzo por su amor.
—Perfecto.
A los treinta y dos años habían tenido a su primer hijo.
Y todo era confuso, las sombras, la oscuridad, la humedad... respiró aquel olor ácido de hojas mojadas mezclado con tierra que podía sentir helando su espalda y todo su cuerpo, miró el cielo, estaba oscuro, solo divisaba grandes árboles tapando aquel oscuro cielo, no entendía nada, ¿Donde estaba? Y más importante ¿Qué hacia ahí? En plena noche, quizás madrugada ahí tirado en un bosque quizás en donde.
Se sentó, cada hoja sonó quebrándose y algunas cayeron notando recién qué habían hojas encima de él, se miró, el susto lo paralizó.
Sangre.
En toda su ropa había sangre seca.
Las lágrimas del susto cayeron, ¿Qué mierda había pasado?
Se levantó resbalando en el intento, temblaba, temblaba como loco, y es que el no entendía nada, el susto calaba cada hueso, el frío en sus dedos solo le demostraba que quizás llevaba mucho tiempo tirado en aquel lugar en plena nada, ¿Días? No lo sabía y lo que más le aterraba era aquella sangre seca en abundancia manchando su ropa, tocó cada parte de su cuerpo, la sangre no era suya, no sabía si aquello lo aliviaba o no, porque de todas formas la sangre no debía ser algo bueno.
Golpeó su cabeza furioso, no recordaba nada, ¡Nada! Su último recuerdo era una completa estupidez, sus padres, bailando en mitad de la sala mientras escuchaban aquel viejo disco, ambos reían felices mirándose el uno a otro, susurrando cosas que no escucho, y dos copas vacías en aquella mesita que ahora estaba en una esquina, entonces su padre, Jungkook, lo miró sonriendo.
Una escena que era digna quizás de aquellas películas clichés norteamericanas, pero aquella memoria de verdad no le ayudaba en nada.
Sacudió su cuerpo lleno de tierra y hojas secas, y camino, solo camino.
Finalmente vio luces, el alivio inundó su cuerpo, todo ese cansancio generado por caminar sin rumbo se había esfumado, y siguió caminando.
Las calles nunca le habían parecido tan eternas y solitarias.
Y vio su casa.
La puerta entre abierta, las luces apagadas y aquel rastro de sangre casi invisible.
El terror simplemente invadió cada parte de cuerpo como una corriente eléctrica desgarradora.
—Papá...—Susurro tembloroso.
Entro dejando caer lagrimas espesas que dejaban un rastro por cada paso que daba, la casa estaba helada y silenciosa, no se veía un desorden que esperaba o cosas fuera de lugar, como esperaba, todo estaba en perfecto estado.
Vio el suelo, pequeñas gotas de sangre lo guiaban hasta la sala.
Y rió.
Y rió, rió con fuerza, con tanta fuerza que dolió su estómago como nunca, su vista se nubló ante la falta de aire, solo reía.
—¡Jajajajaja!—Reía.
Porque lo había recordado todo.
En su cabeza recordó cada puro segundo.Y es que, nadie le quitaría la satisfacción de enterrar aquel cuchillo en la blanca piel de su padre Yoongi, su sangre era tan roja y brillante haciendo lucir aún más blanca.
Nadie le quitaría de su cabeza aquella mirada aterrada de su padre Jungkook.
Muchos menos sus gritos.
—Todo fue...—Suspiró viendo aquellos dos cuerpos tendidos en el piso.—Perfecto.
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Ni idea de donde salió esto.
Chinmokushi.