Capítulo 8.

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En ese momento escuché unos golpes en el cristal procedentes de fuera. Me levanté del cómodo sofá y miré a través de la ventana, era Javi y llevaba puesto un jersey amarillo horrible que le regaló su abuela hace unos días por su cumpleaños. Yo no tenía lazos familiares con los congéneres de la novia de mi padre, pero tampoco quería tener el honor de tenerlos.

Abrí la estrecha puerta a mi hermanastro y seguí las huellas de barro que había dejado en la madera vieja hacia el interior del porche. Javi me miraba con ojos impacientes y llenos de inocencia, tras observar los restos que quedaban de mis lágrimas y mis ojos rojos.
-Yo no quiero que te vayas.-me dijo cruzándose de brazos.-Yo quiero que te quedes y que termines el dibujo que me estabas haciendo.

Lo había olvidado. Le prometí dibujarle unos caballeros medievales enzarzados en una temible batalla con dragones y princesas a las que rescatar. Pero desde que no me aceptaron en la academia de bellas artes, me negué a coger un carboncillo en mi vida. Mi sueño era entrar en esa academia desde que tenía uso de razón, pero ese sueño se desvaneció en mil pedazos cuando me dijeron que mis dibujos no tenían valor alguno.

*-Te tendría que dar vergüenza presentarte con esto.-me dijo uno de los profesores.*

No comí en días y todos los bocetos y lienzos fueron destruidos a su vez, con los instrumentos con los que fueron creados.

El teléfono que estaba colgado en la pared empezó a sonar y me sacó de mis turbios pensamientos. Lo cogí al instante.
-¿Si?.-pregunté.

Hubo silencio.
-¿Hay alguien?.-pregunté pero sin respuesta.-¡¿Hola?!
-Ho..hola.-dijo una voz que me resultaba cercana.-Quería.. hablar con tu padre.. digo con Guillermo..
¿Mi padre? ¿Quién era esa persona?

En ese momento mi padre descolgó el teléfono.
-Zenda cuelga el teléfono.-dijo con tono agresivo. Podía notar la ira en su voz.

-¿Quién eres?.-pregunté haciendo caso omiso a mi padre.

En ese momento la línea se cortó. Y sólo se oía la respiración agitada de mi padre en la línea. Colgué el teléfono con ira y me desplomé sobre el cojín mullido. Mi hermanastro se sacó del bolsillo una cadena de plata, adornada con una pequeña llave que colgaba de esta.
-Javi, ¿de dónde has sacado eso?.-pregunté desconcertada.

Él apreraba el collar con su pequeña mano y lo observaba con admiración.
-Lo encontré en el parque mientras jugaba al pilla-pilla.-exclamó mientras me dedicaba una tierna mirada.-Y quiero que te lo quedes tú.

Me abrió la mano y con cuidado dejó la cadena sobre mi fría mano y me esbozó una sonrisa. Y yo sonreí con él. Son estas pequeñas cosas las que hacen que tu vida sea un poco más fácil y llevadera.

Pasaron un par de minutos y al fin convencí al pequeño de que volviese dentro, yo en cambio, pensé en ir a dar una vuelta por una pequeña playa que hacía tiempo que no visitaba. Dicho y hecho, salí del jardín y cogí el autobús hasta la zona prevista, mientras tanto, en mis auriculares sonaba So Far Away, de Avenged Sevenfold. El trayecto no duró mucho y nada más bajar del autobús se podía respirar el olor a humedad y sal que me gustaba tanto. Me quedé embobada mirando las pintorescas casitas de colores que reinaban allí y los bares con aspecto marítimo, era un pueblo realmente precioso. Caminé durante bastante tiempo por el paseo marítimo, hasta que decidí meterme en la playa. A cada paso que daba mis pies se hundían en la arena y las olas me mojaban los pies, escuchaba más de cerca el sonido del mar rugiendo mientras que la brisa me despeinaba. En ese momento, unos brazos me rodearon por detrás y me giré alarmada, pero por sorpresa, era Rebeca.
-¡Tía! ¿Qué haces aquí?.-preguntó emocionada.- ¡Joder, que fuerte!
-Sabes que me gusta ir a estos sitios.-reí.-¿Y tú que haces aquí?
-¡Ven y te lo enseño!

Me agarró del brazo y literalmente, me arrastró hasta un grupo de personas y tablas de surf a su alrededor.

Una vez allí, decidí no haber cogido el autobús y no haber entrado a la playa. Estaba la última persona que querría ver en estos momentos.

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