Capítulo 11: Epílogo

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Londres podía ser considerada una ciudad elegante y fría, pero nadie podía negar la magia que la envolvía. Era un lugar especial, donde debías de estar atento para poder apreciar su verdadero encanto. 

Además; debías de tener la magia corriendo por las venas, para poder acceder a ciertos lugares. 

Uno de ellos, era el 221b de Baker Street, famosa por ser un museo dedicado a uno de los personajes de la literatura británica más importantes.

Como muggle, podías acercarte, pagar la entrada, y ver una recreación perfecta de la vida hogareña de Sherlock Holmes. 

Sin embargo, si eras un mago, tenías otra forma para ingresar. 

Al acercarte a la puerta, debías de tocar el picaporte dorado tres veces con la punta de la varita, y verías como este, se tornaba plateado.

Una vez que abrieras la puerta, serías transportado a una librería donde los libros se amontonaban en pilas, algunos se arrastraban por el piso de madera de abeto, otros volaban de un estante a otro, pero todo siendo controlado por un par de ojos felinos. 

El gato de la librería "Enchanted Forest", tenía un pelaje blanco con manchas grises en sus patas, la punta de su cola y en la frente. A primera vista, podías confundirlo con una enorme bola de algodón, pero bastaba con que este maullara y se desperezara de su asiento particular, para dar una vuelta por el establecimiento, que podrías reconocerlo como un felino. 

La dueña del lugar se la pasaba acomodando los libros, aunque estos se salían de su lugar, volvía a hacerlo a las pocas horas. Cuando un visitante llegaba, ella daba un asentimiento con la cabeza para luego seguir con su trabajo. Era una Omega que amaba estar entre libros, y usaba su cariño por estos, cómo una especie de terapia personal para controlar sus emociones.

Regulus Black vio a la dependienta que apenas había reparado en su presencia. Saludó al gato que por pura casualidad, sabía que se llamaba Historia, y salió de la librería donde fue recibido por un pequeño y moderno pueblo mágico. 

No era tan hogareño y rústico como el Valle de Godrick, pero tenía su encanto. 

Era como una pequeña ciudad; no había casas sino edificios altos con sus departamentos, algunas tiendas de comida, otras de ropa, unos cuantos boticarios, dos tiendas especializadas de quidditch y un pequeño parque con algunos juegos magicos como caballitos de madera que daban vueltas alrededor de las flores, unos pequeños trampolines donde al llegar a cierta altura, comenzabas a flotar, y en el centro, había un gran árbol de laburum. 

Cuando las hojas del laburum eran iluminadas por los rayos del sol, daba la sensación de que aquella planta estaba hecha de oro. 

Los ojos grises del sangre pura observaron brevemente el árbol y a los pocos niños que estaban jugando. A pesar de estar en Londres, el día estaba soleado y hacía un calor agradable. 

Sonrío brevemente para luego ir a uno de los edificios que se encontraba a su derecha. Este tenía cuatro pisos, las paredes exteriores eran de color blanco, la puerta de la entrada de madera clara con un picaporte de bronce. 

Regulus saludó al cuidador de la entrada que ya conocía su rostro. Entró en el pequeño elevador, presionó el botón que daba al tercer piso y en menos de dos segundos, ya estaba ahí. 

Caminó hasta llegar a la puerta decorada con el número 06. 

El orden de los números en los departamentos era algo complicado de seguir, debido a que el dueño no seguía el orden común, sino que simplemente ponía lo numeros que le gustaban. 

Era extraño para él, pero seguramente, fue esa peculiaridad la que llevó a su hermano a elegir ese edificio para vivir. 

Al estar enfrente de la puerta, sacó la copia de la llave que le había dado Sirius. Según tenía entendido, había tres llaves del apartamento, la original la tenía Sirius, otra para él y la tercera... bueno, no tenía que usar la legemantis para saber quién tenía la última copia. 

FeromonasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora